lunes, 30 de mayo de 2016

Compartiendo diálogos conmigo mismo

La expresión de Dios es vida

Al amanecer me puse en camino,
dispuesto a vencer las tentaciones,
y a convencerme de que la vida
nace cada día entre mis manos.

Es tiempo de crecer y de crear,
de construir y reconstruir,
de llenar de luz las sombras,
y de amar a quien no nos ama.

También es tiempo de pararse,
de volverse hacia sí mismo,
de verse en los demás quien soy,
pues al conocerse, más se vive.

Se vive porque se quiere vivir,
y a vivir se aprende amando.
Se ama porque se quiere amar,
y queriendo no se deja de querer.

El querer lo es todo en el ser.
Uno está radiante porque sí.
La voluntad nos sublima;
y enaltecidos, la gloria es nuestra.

Por ello, te doy gracias Señor,
abiertamente, con todo el alma,
por estar ahí siempre, a mi lado,
injertándome albas en mis ocasos.

Tú, Jesús, que nos sigues saciando,
enséñanos a asistir al desistido,
danos la fortaleza precisa para ver
lo invisible y para sentir lo visible.

Nada, ni nadie, nos debe ser ajeno.
Pedimos comunicación y comunión.
Diálogo para resistir las noches,
y unión para caminar por los días.

Quien diga que a nadie necesita,
salga al camino ahora mismo,
seguro que tropieza con alguien,
y su propio corazón le responde.

Lo mismo les digo a los que dicen
que Dios a muerto, déjense llevar
por el silencio y escuchen, verán
a un Creador más despierto que nunca.

Sí, absolutamente todo habla de Dios,
y a Dios ha de retornar para siempre,
porque el torno de esta existencia
es un ir y volver al amor más amor.

Y así, cuando lo armónico empapa el aire,
todo permanece en estado de oración,
el cansado celeste cielo también descansa,
y la tierra respira en afán contemplativo.


Víctor Corcoba Herrero

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