La estupidez como veneno
“Es verdad que las dificultades
son muchas y diversas, pero los gobiernos con sus instituciones volcadas en la
protección social, han de ilusionar a esas gentes que no levantan cabeza, por
la ausencia de un mercado laboral que no despunta en la acción de ofrecer un
trabajo decente para todos”.
Es cierto de que nadie está libre
de decir estupideces, lo nefasto es que nos gobiernen a su antojo las
simplezas, con la inmoralidad continua, el tono de la insensatez permanente y
el timbre incesante del despropósito. Se han de buscar, con urgencia, otros
modos y maneras de cohabitar, mediante unos liderazgos de servicio y no de
aprovechamiento personal, que lo único que hacen es mutilarnos el horizonte
claro y limpio, que a todos nos pertenece por igual. Realmente, cuesta entender
que esta atmósfera, tan necia como soberbia, prosiga bajo el contagio de la
sandez y viciada en la confusión. Tenemos que ganarnos la confianza unos para
con otros, ponernos en disposición de entendernos y de atendernos, ser más
responsables y ejemplarizantes en nuestras actitudes, tanto más en una sociedad
globalizada como la presente, lo que requiere remar unidos, para no estancarse
en nuestras propias miserias humanas.
No utilicemos el veneno de la
estupidez, que tan solo acrecienta el fuego de la maldad entre análogos,
pongamos empeño en otros instrumentos copartícipes, de autocrítica y conciencia
crítica, universalizando el diálogo entre saberes y operatividad. Para
comenzar, hay que despojarse de intereses, con relaciones de corazón a corazón,
que es tanto como querer el bien para todos, que no se asegura con el mero
avance de algunos, sino con la fuerza de la entrega generosa, que es donde
verdaderamente reina el amor. Precisamente, ahora, en un periodo de
recuperación mundial frágil y desigual, se ha de tomar la verdadera orientación
inclusiva, como si se tratase de una sola familia. Es verdad que las
dificultades son muchas y diversas, pero los gobiernos con sus instituciones
volcadas en la protección social, han de ilusionar a esas gentes que no
levantan cabeza, por la ausencia de un mercado laboral que no despunta en la
acción de ofrecer un trabajo decente para todos.
Bajo este contexto de escasa
recuperación laboral, el panorama mundial puede parecer desolador. Nos alegra,
por ello, que este año la Unión Europea preste especial atención a los jóvenes
con menos oportunidades, así como al tratamiento de los problemas de salud
mental. También la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, quiere
propiciar un esfuerzo de colaboración e integración entre regiones. Sin duda,
este es el camino a trazar, lo que nos da valor para trabajar e ilusión para
seguir buscando el bien colectivo. Pongamos en acción, políticas verdaderamente
esperanzadoras, integrales e integradoras, junto con una cooperación mundial
enérgica en materia de vacunación, deuda y clima. En cualquier caso,
desfallecer es lo último, la cuestión es afrontar con firmeza y en comunión,
cuestiones éticas importantes, sin ceder a las injustas dominaciones que
fomentan la estupidez como jamás. Esta sí que sería nuestra mayor torpeza, dar
continuidad a ese espacio ilegal de privilegios, marcado por desviaciones y
desequilibrios, que ha de sacar fuerzas morales cuanto antes, para enmendarse y
favorecer una justa redistribución de alientos y alimentos.
Hemos de bajar del pedestal;
puesto que, únicamente, el espíritu solidario es el que nos va a engrandecer
como ciudadanos del mundo. Hacer hogar, o si quieren familia, es un deber y un beneficio para todos; máxime
en un momento en el que el número de personas desplazadas por la fuerza en el
mundo ha alcanzado su máximo histórico y en el que las necesidades humanitarias
aumentan. Es esencial, por consiguiente, que se avive el compromiso de acogida.
No hay mayor infierno para un linaje pensante, que no alcanzar la sabiduría de
las puertas abiertas, que es lo que en verdad nos da tranquilidad, que por nada
puede ser turbada y menos por la vanagloria de levantar muros. Otro de los grandes
errores que hemos de tratar de corregir; puesto que, el inútil y alocado
sectarismo, es el otro nombre de la imbecilidad. Ante este panorama de
inseguridades, deseamos que la comunidad internacional, y cada gobierno en
particular, sepan infundir en su ciudadanía ese espíritu cooperante entre
culturas, incluso también entre el ser humano y el medio ambiente. De lo
contrario, nos seguirá tutelando el vacío del engreimiento y el colmo de la
visión borreguil del materialismo. Huyamos del desatino, ¡reconduzcámonos!
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor