Francisco Velasco Zapata
México es un país sin rumbo, camina a la deriva y supeditado a la suerte del mundo capitalista desarrollado. Es dependiente y no ha dejado su calidad de país del tercer mundo. Los gobernantes en turno se ofenden de este tipo de reflexiones pero no son siquiera capaces de entender cómo algunas empresas siguen manteniendo -con total impunidad- privilegios que les permiten eludir impuestos o pagar los que marcan varias leyes vigentes. En plena crisis financiera internacional -de la que los gobernantes afirman México ya salió- los reportes de la Bolsa Mexicana de Valores destacan que tan sólo 17 corporativos empresariales obtuvieron en el último trimestre ganancias por $49 mil millones de pesos, entre los cuales destacan: Famsa, Mexchem, Soriana, Alsea, Femsa y América Móvil.
Es evidente que la concentración de la riqueza fue uno de los peores males que vinieron aparejados con el neo liberalismo económico mundial. Lo fue porque esa misma concentración es la que ha ido provocando las continuas y repetidas crisis económicas de los últimos treinta años. La actual, es sin duda la peor de todas. Pero nada garantiza que no vengan nuevas y con peores efectos, no sólo económicos, sino además sociales.
Efectivamente, la razón de fondo más grave de las crisis económicas contemporáneas deriva de la enorme y escandalosa concentración de la riqueza del país. En estos casos, el consumo tiende a mermar en virtud de que no hay suficiente inversión para la generación de empleos y por lo tanto la capacidad de compra de la gran masa poblacional se orienta hacia la compra de productos de primera necesidad (Ley de Engel), fundamentalmente, alimentos dejando a su suerte los sectores de la economía que por obvias razones no están a su alcance: compra de vehículos, casas, departamentos, ropa, perfumería, hospedajes y, en general, todas aquellas actividades que resulten suntuarias. En casi todas las crisis que hemos enfrentado, el régimen y sus conductores se comportaron como estatuas de piedra, sujetos que se transformaron en objetos de la situación que, generalmente, escapó y escapa de sus menguadas capacidades de operación. México ha caminado por el sendero de la historia sin un rumbo claramente definido respecto al modelo económico que presuntamente seguimos no obstante que la constitución prevé algunos senderos. En pleno siglo XXI no hay claridad ni para el gobierno en turno, ni para la población, hacia dónde nos dirigimos como economía, o como sociedad, como Estado-nación. Lo más que ha hecho el Presidente Calderón es ganar tiempo y algunas batallas de la lucha y control del poder del Estado. Pero todos sabemos que eso le puede servir sólo a él como persona, tal vez a su partido, pero ¿Y a los mexicanos, de qué les sirve que un gobernante -al inicio de su cuarto año de gobierno- apenas esté tomando las riendas del poder? Es verdad que Felipe Calderón ha ido ganando cierto control del Estado, pero y eso ¿En qué beneficia al país? ¿De que manera, el empoderamiento presidencial es para beneficio de los mexicanos? ¿De que manera ayuda al país a salir de las graves crisis de desempleo, de inseguridad, de ingobernabilidad o salud pública en que nos encontramos?
Lo que el país necesita es un constituyente ciudadano. Un constituyente que refunde el sistema político mexicano, que proponga y, en su caso, apruebe un camino económico para la mayoría poblacional y no sólo para unos cuantos millonarios. Nunca es tarde para empezar. ¿Y usted, cómo la ve? Politólogo.
México es un país sin rumbo, camina a la deriva y supeditado a la suerte del mundo capitalista desarrollado. Es dependiente y no ha dejado su calidad de país del tercer mundo. Los gobernantes en turno se ofenden de este tipo de reflexiones pero no son siquiera capaces de entender cómo algunas empresas siguen manteniendo -con total impunidad- privilegios que les permiten eludir impuestos o pagar los que marcan varias leyes vigentes. En plena crisis financiera internacional -de la que los gobernantes afirman México ya salió- los reportes de la Bolsa Mexicana de Valores destacan que tan sólo 17 corporativos empresariales obtuvieron en el último trimestre ganancias por $49 mil millones de pesos, entre los cuales destacan: Famsa, Mexchem, Soriana, Alsea, Femsa y América Móvil.
Es evidente que la concentración de la riqueza fue uno de los peores males que vinieron aparejados con el neo liberalismo económico mundial. Lo fue porque esa misma concentración es la que ha ido provocando las continuas y repetidas crisis económicas de los últimos treinta años. La actual, es sin duda la peor de todas. Pero nada garantiza que no vengan nuevas y con peores efectos, no sólo económicos, sino además sociales.
Efectivamente, la razón de fondo más grave de las crisis económicas contemporáneas deriva de la enorme y escandalosa concentración de la riqueza del país. En estos casos, el consumo tiende a mermar en virtud de que no hay suficiente inversión para la generación de empleos y por lo tanto la capacidad de compra de la gran masa poblacional se orienta hacia la compra de productos de primera necesidad (Ley de Engel), fundamentalmente, alimentos dejando a su suerte los sectores de la economía que por obvias razones no están a su alcance: compra de vehículos, casas, departamentos, ropa, perfumería, hospedajes y, en general, todas aquellas actividades que resulten suntuarias. En casi todas las crisis que hemos enfrentado, el régimen y sus conductores se comportaron como estatuas de piedra, sujetos que se transformaron en objetos de la situación que, generalmente, escapó y escapa de sus menguadas capacidades de operación. México ha caminado por el sendero de la historia sin un rumbo claramente definido respecto al modelo económico que presuntamente seguimos no obstante que la constitución prevé algunos senderos. En pleno siglo XXI no hay claridad ni para el gobierno en turno, ni para la población, hacia dónde nos dirigimos como economía, o como sociedad, como Estado-nación. Lo más que ha hecho el Presidente Calderón es ganar tiempo y algunas batallas de la lucha y control del poder del Estado. Pero todos sabemos que eso le puede servir sólo a él como persona, tal vez a su partido, pero ¿Y a los mexicanos, de qué les sirve que un gobernante -al inicio de su cuarto año de gobierno- apenas esté tomando las riendas del poder? Es verdad que Felipe Calderón ha ido ganando cierto control del Estado, pero y eso ¿En qué beneficia al país? ¿De que manera, el empoderamiento presidencial es para beneficio de los mexicanos? ¿De que manera ayuda al país a salir de las graves crisis de desempleo, de inseguridad, de ingobernabilidad o salud pública en que nos encontramos?
Lo que el país necesita es un constituyente ciudadano. Un constituyente que refunde el sistema político mexicano, que proponga y, en su caso, apruebe un camino económico para la mayoría poblacional y no sólo para unos cuantos millonarios. Nunca es tarde para empezar. ¿Y usted, cómo la ve? Politólogo.
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