Venganza y acopio de poder político, el motivo
Por Renato Consuegra
México, D. F.- La caída de Ángel Aguirre Rivero no es un
asunto cuya definición se dio el 26 de septiembre pasado ni mucho menos es un
caso aislado circunscrito únicamente a Guerrero. Si bien las cosas se aterrizan
hoy, su renuncia —más bien defenestración— viene de la mano de otros cabecillas
políticos entre quienes se encuentran en orden de aparición Humberto Moreira
Valdés, Elba Esther Gordillo Morales, Marcelo Ebrard Casaubón y ahora Ángel
Heladio Aguirre Rivero.
Su caída, como la de Fausto Vallejo —un caso parecido pero
fuera de este contexto—, se dio por negarse a soltar el poder y en el juego de
fuerzas perdió la partida. Al final ambos tuvieron que negociar su impunidad a
cambio de soltar la sucesión. Lo que asemeja a Guerrero y Michoacán es la
elección de gobernador el próximo 7 de junio y ya sin ellos, el grupo en el
poder federal tomará las riendas para imponer a su candidato, quizá ésta
ocasión quitándole la franquicia a “Los Chuchos”.
Caso parecido enfrentarán Rafael Moreno Valle en Puebla,
Gabino Cué en Oaxaca y Mario López Valdez en Sinaloa el siguiente año —a uno
del relevo en 2016 en tales estados, como por arte de magia habrá actos de
ingobernabilidad— en el caso de negarse a que su sucesor no sea realmente su
sucesor, sino el abanderado del actual grupo en el poder. Salinas de Gortari
ibídem.
Por cierto, ¿se dan cuenta que Ebrard, Aguirre, Moreno
Valle, Cué y López Valdez son priístas de reciente deserción? En efecto, todos
ellos salieron del PRI para pelear el poder desde las otras franquicias que
tiene el poder fáctico.
¿Qué tienen en común todos ellos? Sólo una cosa. Son parte
del grupo que pretendió ganar la presidencia de la República en 2012 a partir
de una conjunción de fuerzas donde el eje estuvo alrededor de la entonces
presidenta del SNTE, Elba Esther Gordillo Morales, creadora de las alianzas
para que una coalición PAN-PRD y Convergencia ganara las elecciones de 2010 en
Puebla, Oaxaca y Sinaloa y de 2011 en Guerrero.
Tales alianzas tenían la intención de continuar en el Estado
de México donde el candidato sería Erubiel Ávila, quien sin duda con el apoyo
de los grupos que lo impulsaron, además del PAN y el PRD juntos,
inevitablemente habría de vencer al pariente de Enrique Peña Nieto, Alfredo del
Mazo Maza. Tal derrota sería un dique para las aspiraciones del actual
presidente. Ese fue el motivo por el que finalmente decidieron darle la
candidatura al ex alcalde de Ecatepec, quien ahora sufre los embates del grupo
de Peña Nieto, como el caso Tlatlaya.
Como bien recuerdan, aquella alianza fue evitada, entre
otros, por Fernando Gómez Mont desde la Secretaría de Gobernación, quien es
además miembro distinguido del grupo impulsado por Diego Fernández de Cevallos,
con fuertes amarres dentro del PRI junto con Vicente Fox Quesada, quien terminó
siendo un activo propagandista de Peña Nieto.
Una vez deshecha la posibilidad de la alianza para la
candidatura en el Estado de México y con Erubiel perfilado, una jugada de
ajedrez atrajo a Humberto Moreira a la presidencia del PRI, donde —junto con su
madrina Gordillo Morales— abrigó la posibilidad de ser el factor de poder para
designar al candidato a la presidencia de la República como lo harían del lado
de los aliancistas. Sin embargo, las fuerzas internas les impidieron actuar a
modo y para restarle fuerza, desde la Secretaria de Hacienda el hoy canciller
José Antonio Meade Kuribreña filtró las cuentas chuecas del gobierno de
Coahuila.
Designado Peña Nieto candidato el 27 de noviembre de 2011,
es decir, ya sobrepasada la jerarquí de juguete que le dieron a Moreira,
sobrevino el otro golpe, directo de Peña Nieto el 1 de diciembre al referirse a
que el desgaste del presidente del PRI podría afectar su candidatura. Al otro
día el ex gobernador, pupilo de Gordillo Morales, renunciaba a la dirigencia
del partido.
Antes, el 17 de noviembre de 2011 Gordillo fue atraída para
evitar que con su partido se aliara nuevamente con el PAN. Moreira le había
prometido 24 diputaciones federales y cuatro senadurías, entre las que estaban
consideradas la de Mónica Arriola, hija de la maestra, su yerno Fernando González
Sánchez, por Sinaloa, y Jorge Kahwagi, por Nayarit.
Pero apenas pasado el plazo fatal para el registro de las
coaliciones, el 20 de enero de 2014 el PRI ya de Peña Nieto echó de su seno a
Gordillo Morales y le quitó las posiciones prometidas al retractarse de la
alianza con el Partido Nueva Alianza. Lo demás es historia conocida: Apenas
iniciada la administración de Peña le quitaron la concesión del ISSSTE y la
Lotería Nacional, su partido no fue tomado en cuenta para el Pacto por México,
y ella no fue invitada a la presentación de la Reforma Educativa. Después, la
cárcel.
Luego siguió Ebrard, quien de concretarse la alianza en el
Estado de México y el Distrito Federal sería candidato a la Presidencia de
México por el PRD y una parte del PAN, mientras los azules se apropiaban de la
capital. El círculo en su contra fue cerrado desde su propio gabinete cuando el
hoy Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera le habría demostrado documentalmente
que sólo él y no Mario Delgado, tenía la capacidad de cuidarle las espaldas por
el caso de la línea 12 del Metro y otros más. Era una amenaza.
Finalmente, Mancera no le cuidó la espalda, por el
contrario, cuando Ebrard iniciaba su campaña adelantada para 2018 hace algunos
meses, lo aplacaron precisamente con la fue obra cumbre de su administración
con un derroche de millones de pesos en la construcción, de los que seguramente
le habrían de alimentar para sacar una candidatura con mucho punch.
El embate contra Erubiel Ávila por un caso similar al de
Guerrero ya lo inició Raúl Plascencia desde la CNDH, retractándose de una
declaración que había hecho el 23 de septiembre pasado. Le enmendaron la plana
desde el Ejército, mismo que entregó a ocho de sus integrantes y a partir de
allí se armó una recomendación donde se involucra a la Procuraduría mexiquense.
El grupo de Peña Nieto quiere ganar la mayoría en el
Congreso de la Unión como lo hizo Salinas de Gortari en 1991 para hacer todas
las reformas a su gusto y evitar negociaciones y costosas votaciones a favor de
sus propuestas. Pero también quiere quedarse en el poder por muchos años.
Así, el trasfondo de todo lo que ocurre en el país es
político, es electoral y es económico y tiene un solo significado: poder.
Lástima que utilicen al crimen organizado para levantar cortinas de humo y
detrás de ellas negociar con sus enemigos: el poder para los ganadores y la
impunidad para los derrotados.
Ahhh. Por cierto, en política no hay casualidades, sino
causalidades.