Algo más que palabras
Hace falta reconstruir el mundo
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
El mundo necesita volver a reconstruirse en los fundamentos
de la ética y de la moralidad y, para ello, precisa la cooperación de toda la
especie humana. A mi juicio, no hay mejor reconstituyente que la solidaridad
fraterna, sin duda un excelente bálsamo curativo. La India puede ser el mejor
potencial para liderar soluciones al cambio climático, pero si no hay
cooperación entre las naciones difícilmente se va a poder avanzar en ningún
tipo de acuerdo significativo y universal. Son los seres humanos los que,
ciertamente, deben asegurar que el planeta sea un hábitat sustentable. Si en
verdad queremos un orbe más honesto, para toda la familia humana, no servirá
solo expresar el compromiso, tendremos que reconciliarnos, a veces hasta con
nosotros mismos, y colaborar en la construcción de un nuevo camino que nos
encamine al mutuo aprecio. Por el bien de la humanidad, jamás se debe permitir
que las creencias culturales o religiosas se utilicen para justificar violencia
o guerra alguna. Desde luego, es una nefasta característica del tiempo actual
querer borrar, no solamente el valor moral de las cosas, sino los mismos
cimientos estéticos de lo innato al corazón humano. De ahí la importancia de
ordenar racionalmente los actos humanos hacia el bien colectivo en toda su
autenticidad, sin obviar su permanente búsqueda.
Por supuesto, requerimos un mundo más humano, donde la cultura de la acogida y de la fraternidad
sea algo más que un sueño, para que se fortalezca de este modo el espíritu de
la concordia. Nadie puede ser considerado fuera de lugar, excluido o
descartable. Es hora, pues, de alentar a los pueblos a trabajar unidos por un
mundo más seguro y por un porvenir más genuino, que se base cada vez más en los
valores morales y en la responsabilidad conjunta de la especie de manera
global. Sin duda, tenemos derecho a un orden mundial más armónico, y también el
deber de cooperar a que así sea, para promover un clima de confianza y de
diálogo sincero. A propósito, Chile acaba de subrayar en Naciones Unidas la
importancia de la cooperación Sur-Sur, una herramienta novedosa y relevante
para financiar el desarrollo humano y para erradicar la pobreza. Naturalmente,
todas estas aportaciones nos humanizan, hacen sentirnos más fraternos frente a
esa otra cultura que fomenta en lugar del encuentro, el encontronazo de unos
contra otros. Sólo el amor por la vida y por la propia especie, podrán hacer
que desaparezcan las divisiones, las diferencias ideológicas, las desigualdades
económicas y los violentos atropellos que oprimen todavía a tantísima
naturaleza humana.
Son bien conocidas las horribles contiendas y revoluciones
absurdas que han ensangrentado hasta el mismísimo horizonte de luz. Multitud de
conflictos, por desdicha, continúan también afligiendo al mundo de manera casi
endémica. Pero, al mismo tiempo, es patente el anhelo de tantos ciudadanos que
no cesan en su empeño de mejorar la vida y de ponerse a salvo. Es el caso de
cientos de indocumentados que han comenzado a tramitar en Nueva York el nuevo
DNI municipal que les protegerá de la deportación. ¿Cómo podemos exiliar a las
personas a nuestro antojo?. El sufrimiento del exilio es verdaderamente
aterrador. Precisamente, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados
(ACNUR), acaba de indicarnos que un gran número de sirios en Jordania está
cayendo en situación de pobreza a un ritmo alarmante debido a la magnitud de la
crisis y a la falta de apoyo de la comunidad internacional. La dura experiencia
de tantos refugiados debiera hacernos recapacitar para que cese todo tipo de
violencia y se respete el derecho humanitario, garantizando la necesaria
asistencia a los pueblos que sufren. Por consiguiente, no sólo debemos acoger
con beneplácito la liberación de tantos cautivos, hemos de sumarnos a su gozo
con el regreso definitivo. Su alegría ha de ser también la nuestra. Que nadie
piense en que las armas solucionan los problemas, pienso que los agravan,
totalmente lo pienso. La senda de la negociación no la debemos perder nunca de
vista. Cualquier controversia sólo puede solucionarse a través del diálogo y de
la escucha, de la moderación y de la lástima, de la compasión por quien sufre y
del sentido de responsabilidad hacia nuestro específico linaje.