Aquel que busca siempre halla
Somos gentes de palabra y de memoria, de historias y de
caminos, de mirar hacia atrás y de vernos hacia adelante, como buscadores, en
espera de llegar o encontrar algo, aunque sea a nosotros mismos para encarar un
porvenir reencontrándonos. Esta es la cuestión, intentar crecer con la vida,
dejándonos explorar por la liturgia de los acontecimientos, con el valor y la
paciencia precisa, sin miedo, por muy pesada que sea la carga, o los aires
atmosféricos de la incertidumbre. Quizás tengamos que pararnos, reflexionar
sobre tantas divisiones, ya no sólo europeas, también americanas, donde faltan
liderazgos que nos aglutinen y serenen. Sin embargo, nos sobran campañas
difamatorias, especialmente en las redes sociales, que todo lo socavan y
destruyen. Deberíamos, pues, adquirir todos una mayor responsabilidad
conciliadora, de abrir caminos coherentes con nuestra propia identidad
humanista.
El deterioro humano no puede seguir por más tiempo, es
preciso activar el entorno y también a la persona en su integridad. El mundo ha
entrado, a través de los discursos políticos cotidianos, en un periodo de
profunda fluctuación, con numerosos actos de xenofobia, llamadas al racismo y a
la discriminación religiosa, acaba de denunciar la oficina de Derechos Humanos
de la ONU; solicitando 253 millones de dólares a la comunidad internacional de
donantes, para defender las garantías básicas y evitar conflictos. Por
consiguiente, más que avivar la vida económica-social de los privilegiados,
hemos de activar derechos, comenzando ante todo por el derecho a una existencia
armónica, donde unidad y diversidad sepan complementarse y confluirse. Los
gobernantes, desde luego, tienen que pensar mucho más en ese bien colectivo que
nos universaliza como especie, en la tutela de una verdadera justicia social y
en la cimentación de menos muros y más abrazos de corazón, lejos de intereses
respectivos y de egoísmos contrapuestos. Para desgracia nuestra, hemos perdido
el desarrollo del propio deber de servicio y la moralidad en la gestión
desinteresada y transparente del poder. Todo está más bien corrupto, por lo que
es menester restaurar diálogos con fortaleza, paciencia y perseverancia. Lo que
no podemos es guardar silencio. En las enseñanzas de búsqueda, ya sean vividas
o sufridas, seguramente hallamos respuesta a muchos interrogantes.
Tampoco es fácil conversar en un mundo achicado por el
tiempo, frecuentemente dominado por la técnica, en el que se multiplican los
caudales del desconcierto, la tristeza y la soledad; máxime, cuando el futuro
anda en manos de la inseguridad, que impide tener sosiego. De ahí surgen, con
frecuencia, sentimientos melancólicos de congoja que lentamente pueden
conducirnos a la impotencia. Ahora es el momento de tomar impulso, y es por
eso, que se requiere altura de miras y análisis de caminos recorridos. Únicamente,
desde la verdad, podemos conquistar el bien y reconciliar posturas.
Personalmente, pienso además, que nunca es tarde para inquirir un mundo mejor y
más habitable, si en el empeño ponemos esfuerzo y constancia.
En este sentido, la Agenda 2030 se centra, precisamente, en
la educación de calidad y el aprendizaje permanente para todos con objeto de
que cada mujer y cada hombre puedan adquirir las aptitudes, los conocimientos y
los valores necesarios para llegar a ser todo lo que desean y participar plenamente
en la sociedad. Esto es algo especialmente significativo para las niñas y las
mujeres, así como para las minorías, los pueblos indígenas y las poblaciones
rurales. Así se refleja en el Marco de Acción Educativa 2030 de la UNESCO, una
hoja de ruta para la aplicación de la Agenda 2030 en la que se fomenta el pleno
respeto hacia el uso de la lengua materna en la enseñanza y el aprendizaje y la
promoción y preservación de la diversidad lingüística, puesto que si queremos
asegurar que los principios de los derechos humanos tengan un impacto real en
el espíritu de las personas, hemos de respetar sus auténticas raíces.
Sea como fuere estamos predestinados a entendernos y a
aportar cada cual su impronta cultural, sin dejar a nadie rezagado, pues el
futuro no se puede construir para unos pocos, sino para toda la humanidad que
está llamada a coaligarse a ese orbe armónico que tanta placidez nos imprime.
Lo que es evidente que nadie puede buscar por otro, cada uno ha de recorrer su
itinerario, ascender por sí mismo, puesto que la senda existencial no admite
intermediarios. Lo natural es explorar la paz dentro de uno, como esencia de
vida. Y luego, después de hallar respuesta a lo que somos y a lo que queremos
ser, al por qué vivimos y para quién vivimos, tal vez descubramos que los
obstáculos son más fácil de vencerlos unidos. Al fin, la receta de San Agustín,
de que "en las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y
en todas, la caridad", puede salvarnos el alma, que es aquello por lo que
caminamos, sentimos y maduramos, nos enternecemos y nos eternizamos.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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