sábado, 29 de febrero de 2020

Algo más que palabras


Uniendo fuerzas para respetar derechos
“Fuerte colonización ideológica”

El inolvidable filósofo y escritor español Miguel de Unamuno (1864-1936), apostaba por el anhelo de “vivir y morir en el ejército de los humildes”; conocedor de que las personas se degradan sin llaneza y sencillez. Desde luego, no hay mayor pujanza que activar un proyecto que nos haga resistentes, aunque cuando todo parece acabado, surgen nuevos motores, señal de que uno vive, y por nacer y renacer, ha de hacerlo con los mismos derechos. A propósito, Naciones Unidas, a mi juicio con buen criterio, acaba de lanzar un plan de acción para fortalecer los derechos humanos ante la erosión del Estado de derecho. Sin duda, nunca es tarde para volver a empezar de nuevo, uniendo fuerzas y activando la esperanza, por mucho que nos desborde la tristeza, los rencores, las incertidumbres, las dudas o los fracasos. Pueden crecer los temores, pero hay que ponerse en combate, conciliando y reconciliando pareceres, al menos para eliminar la discriminación y aminorar tantas desigualdades entre análogos. En este sentido, las leyes deben de proteger, no perjudicar. Por consiguiente, todos los países han de examinar detenidamente sus políticas y el estado normativo, a fin de garantizar legislaciones coherentes con el tiempo que vivimos y justas, que protejan a las personas, sin importar género o cualquier otra situación indigna, máxime en un momento de fuerte colonización ideológica que daña en especial a los jóvenes.

Está bien ayudar a la gente a salir de la pobreza, pero deberíamos también reflexionar, sobre los motivos,  ¿el por qué coexiste esta penuria? Algo falla, quizás el acceso a las oportunidades y a las opciones de aprecio que todo ser humano se merece. Son, precisamente, estas brechas las que nos vician y empeoran. Por si fuera poco el resquicio dejado, se ha impuesto una aritmética operativa perversa: dividir a la gente para multiplicar contiendas y afianzar votos. Muchos líderes políticos se aprovechan del desconsuelo de la gente, sobre todo de esa que queda rezagada y sin aliento, y lo único que ofrecen son mentiras y migajas putrefactas. De ahí, lo trascendente que es unirse (y reunirse como una piña), pues aunque sea fuerte la crisis, de todo se sale con tesón y firmeza, sobre todo fortaleciendo nuestra propia restauración interior, para tener paz en el corazón y poder sanar el peso de nuestros propios errores cometidos. Por desgracia, solemos batirnos más por nuestros intereses que por nuestros derechos; obviando el deber de respetar los derechos de los demás, manteniendo además los propios. Sin duda, la crisis climática es la mayor amenaza para la supervivencia de nuestra especie, poniendo en peligro los derechos humanos en todo el mundo y la continuidad existencial de algunos Estados, especialmente las pequeñas naciones insulares en desarrollo.

Precisamente, a través de esa proyección de fuerzas ensambladas es como se consigue preparar un mañana más fraterno, la cuestión es saber abrir los ojos y detenerse a observar para vivir plenamente y con gratitud cada pequeño momento de la vida. Lo nefasto de la situación actual que vivimos es la proliferación de algo tan destructor de vínculos como la enemistad. Somos incapaces de entendernos y de atendernos, de ampararnos y de pararnos a reflexionar para luego compartirlo y ofrecerlo al mundo. Convendría que lleváramos en mente un proverbio africano que dice: “Si quieres andar rápido, camina solo; pero si quieres llegar lejos, camina con los otros”. Impidamos que nos roben ese espíritu innato fraternal. Lo fundamental es enraizarse, dejándose acompañar de su propia historia, y agarrado a lo vivido es como se pueden experimentar nuevos horizontes. Tal vez hoy más que nunca debamos reivindicar nuestra participación en ese espacio cívico que entre todos construimos; y, por ello, esa acción colectiva ha de enmarcarse en un contexto en el que los derechos humanos están en el núcleo de la alianza para enfrentarnos a las crisis actuales. Sin duda, el apoyo de las Naciones Unidas a los Estados miembros para que creen y fortalezcan sus instituciones de derechos humanos y mecanismos de rendición de cuentas, es cardinal e imprescindible.            

Teniendo en cuenta, lo que ya en su tiempo indicaba el escritor, orador y político romano, Cicerón (106 AC-43 AC), de que “no hay cosa que los humanos traten de conservar tanto, ni que administren tan mal, como su propia vida”, me da la sensación de que aún no hemos aprendido la lección, pues aunque las nuevas tecnologías ofrecen oportunidades para la humanidad en términos de bienestar, conocimiento y descubrimiento, con demasiada frecuencia las utilizamos para violar los derechos humanos y la privacidad, mediante la vigilancia, la represión o el acosos y el discurso del odio en línea. Junto a estos aconteceres tan absurdos, verdaderamente dominadores, ningún país está protegiendo adecuadamente la salud de los niños ni su medio ambiente y su futuro, según un informe histórico publicado recientemente por una Comisión de más de cuarenta expertos en salud de los niños y los adolescentes de todo el mundo.  Lo peor que podemos hacer ante esta angustiosa realidad es dejar pasar, aplicando la receta de la anestesia con otras distracciones banales. No cabe duda, que los moradores no nos sentiremos libres, si no respetamos los derechos de todos, y las leyes, por consiguiente, son justas. La fuerza de esa unión desde luego pasa por la consideración al derecho ajeno, que es lo que nos hace verdaderamente armónicos.

Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Revista Digital "Ecos de los Estados". FEBRERO 2020.

martes, 25 de febrero de 2020

Presidente AMLO llama a recordar la historia y reafirmar patriotismo




El presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó la conmemoración del Día de la Bandera en el Campo Militar Marte de la Ciudad de México.

Previamente, en conferencia matutina, aseguró que el Gobierno de la Cuarta Transformación continuará reafirmando el patriotismo y fomentará el conocimiento de la historia nacional.

“Tenemos que reafirmar nuestro patriotismo, estar siempre recordando nuestra historia, no olvidarnos de dónde venimos, de quienes lucharon por la libertad, la justicia, la democracia, la soberanía y nuestros símbolos, nuestra bandera, esto ya se había hecho a un lado, se había olvidado”, aseveró.
En la ceremonia el mandatario tomó protesta a las escoltas del Ejército Mexicano, la Armada de México, la Fuerza Aérea Mexicana, la Guardia Nacional y la SEP.

Acompañado de los titulares de la Secretaría de Marina, José Rafael Ojeda Durán y de la Secretaría de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, agradeció su respaldo al pueblo y al gobierno mexicano.

Algo más que palabras


Embellecer el mundo

“Se requieren buscadores de paz, que apuesten por un gran ideal, el de urdir caminos interiores cada cual consigo mismo”.

Nos toca embellecer el mundo, construirlo más fraterno, concebirlo más humano, innovarlo con el lenguaje de la mente y del alma, pues únicamente de este modo podremos reencontrarnos y comprendernos, siendo cuidadosos y condescendientes. En consecuencia, tan importante como transmitir los saberes es poner en valor toda vida humana, lo que requiere la transmisión de referentes, asumiendo la diversidad y los cambios culturales, pero sin obviar ese espíritu de coherencia entre el obrar y el decir, que es lo que verdaderamente nos forja a poder avanzar hacia una sociedad más equitativa, y por ende, más gozosa, fruto de la generosidad y del esfuerzo serio hacia una visión confluente de libertad y sosiego. Hemos de hacer, por tanto, de nuestro entorno espacios seguros, rompiendo barreras y reconstruyendo voluntades. Me suscribo, por consiguiente, a unas recientes palabras del Papa Francisco, pronunciadas con motivo de la conferencia sobre el tema “Educación: el compacto global”, donde dijo “que una educación no es efectiva si no puede crear poetas”. En efecto, el camino de la belleza ha de ser nuestro gran desafío, pues es la gran manifestación de la verdad, un aire que nos gana de antemano los corazones cuando viven en estado puro.

 Lo importante es proceder en comunidad, sentirse piña y considerarse familia. A propósito, se me ocurre pensar en São Paulo, convertida en un ejemplo de ciudad que gestiona con éxito la migración a través de su estructura de gobierno y sus instituciones. Ciertamente, el cosmos no puede aderezarse  si sus propios moradores no se realzan hacia lo auténtico. Quizás tengamos que transformar las ciudades en zonas verdes, sostenibles, saludables y acogedoras; también nuestros campos  tendremos que protegerlos, pues ese mundo rural es esencial revitalizarlo, al menos para que sus asistentes puedan optimizar sus medios de subsistencia y su bienestar mejore, con la capacidad de adaptarse positivamente a las situaciones adversas. En cualquier caso, todo lleva implícito su encanto, pero no todos pueden verlo, porque suelen fallar en su estado de ánimo, al no divisar el esplendor de la evidencia.

Naturalmente, nos hace falta otro espíritu más solidario y más poético, al menos para recomponer espacios destruidos por nosotros mismos. Cuando el sentir de la esencia que somos se abandona es imposible generar belleza alguna. Nos hace falta volver a otros hábitos más contemplativos, a tomar otras lecturas que nos activen hacia otros amaneceres más armónicos, pues lo transcendente radica en poder acoger y cultivar otras perspectivas más nítidas, que nos calmen y nos colmen ese deseo de la hermosura que todos llevamos mar adentro. Sin duda, hoy más que nunca, se requieren buscadores de paz, que apuesten por un gran ideal, el de urdir caminos interiores cada cual consigo mismo. Será una forma de mejorar el ambiente. Hay demasiada tensión entre nosotros y eso nos deshumaniza. Modifiquemos actitudes. Renunciemos a los ruidos. Hagamos silencio. Tomemos el propósito de ser valientes. Hablemos claro y profundo. Entendámonos y dejémonos entender. Mirémonos de cerca en el espejo. Puede que esto nos haga despertar de nuestro propio analfabetismo, ya que únicamente el conocimiento de la belleza es la verdadera senda y el primer paso para la comprensión de nuestros andares por el mundo.

Además siempre es bueno volver la vista a nuestro alrededor. A veces ni nos vemos a nosotros mismos. Precisamente, una de las cuestiones que ha sorprendido recientemente a un relator de derechos humanos es la ignorancia de los españoles acerca de la situación en su país, con una pobreza generalizada, un alto nivel de desempleo, una crisis de vivienda de proporciones inquietantes, un sistema de protección social completamente inadecuado que  arrastra  deliberadamente a un gran número de personas a la miseria, un sistema educativo segregado y cada vez más anacrónico, un sistema fiscal que brinda muchos más beneficios a los ricos que a los pobres, una mentalidad burocrática profundamente arraigada en muchas partes de la administración que valora los procedimientos formalistas por encima del bienestar de las personas… Indudablemente, esto pasa en gran parte por la falta de conciencia, por no saber mirar y ver, por no tomarse en serio la política social de servicio, y porque lo único que prolifera en medio de una España desigual, bárbara y hostil, son los ambientes corruptos; efectivamente, la peor plaga social, pues es el engaño permanente y la explotación de los más débiles.

Hay que volver al don de lo natural, al talento creativo del buen talante, una belleza que jamás envejece y que está siempre ahí, como es la consideración entre análogos. Cuando se pierde el respeto de todo hacia todos es imposible embellecer nada. Ojalá despertemos y en lugar de adorar al dios dinero, reverenciemos a la gente de palabra, a los líricos soñadores que con su lucidez de verbo nos abrazan hacia otro orbe más justo. Una de las condiciones necesarias para ese cambio pasa por la ausencia de esa atmosfera de podredumbre que nos acorrala en la actualidad. Ya está bien de chantajes y extorsiones. Liberémonos de estos bríos injustos que aparte de volvernos inhumanos, hacen de nosotros efectivos seguidores de la irracionalidad. Desde luego, el cambio no puede llegar sin revalorizar el amor hacia todo ciudadano, provenga de donde provenga, tiene que ser norma constante y suprema de nuestras acciones. Son, justamente, estos gestos cotidianos de protección y mejora, de embellecer algo que es de todos, los que nos hacen preservar el ambiente natural y urbano, y salvaguardar a sus poblaciones con acciones de mano tendida siempre.

Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor