Apuesta por una vida más armónica
Me preocupa este mundo, crecido por grupos extremistas
fanáticos, que lo están violentando todo. De pronto, te encuentras en cualquier
esquina un volcán de absurdas luchas que nos dejan sin palabras. Son muchas las
atrocidades que se cometen a diario contra personas débiles. Nos hace falta una
vida más armónica. Necesitamos otra asistencia más humana, que nos lleve a una
reinserción entre culturas, y a una rehabilitación de la especie hacia la
concordia. Esta deshumanización que padecemos no puede proseguir por más
tiempo. Los entornos no consuelan. Algunas familias caminan totalmente
desestructuradas, con mochilas de odio y venganza a raudales, en lugar de amor.
Otra buena parte de nuestro tiempo nos la pasamos en nuestros lugares de
trabajo, que tampoco suelen favorecer a la realización de la persona. De igual
modo, pienso que las distintas redes sociales ayudan más bien poco, o tal vez
nada, a la interacción humana. Téngase presente que, con relativa frecuencia,
diversos organismos internacionales piden investigaciones transparentes sobre
determinados usos de software. Por algo será. Sin duda, es cuestión de
discernimiento, máxime en un momento como el actual de tanta confusión y
desconcierto.
Hoy más que nunca se requiere ese espíritu crítico, que lo da
la reflexión y la experiencia. En consecuencia, es un signo saludable mantener
abiertos el corazón y la mente para evitar que las falsedades nos ganen nuestro
interior, lo que es verdaderamente de nosotros. A poco que sepamos mirar y ver,
nos daremos cuenta que todo este caos que nos circunda, tan cruel en ocasiones,
nos está llevando a un callejón sin salida, con el consabido uso nocivo de
sustancias o alcohol, ausentismo y adoctrinamiento, que lo único que nos
conduce es a tener problemas de salud física y mental. Recordemos que, a nivel
mundial, más de trescientos millones de personas sufren de depresión, la
principal causa de discapacidad. Además, son más de doscientos sesenta millones
los que están viviendo con trastornos de ansiedad. Por cierto, tenemos que
indicar, que un reciente estudio dirigido por la OMS estima que los trastornos
depresivos y de ansiedad cuestan a la economía global un billón de dólares
EE.UU. por año en pérdida de productividad. Algo que debe hacernos repensar a
todos, al menos durante nuestra vida adulta, pues creo que es vital fomentar
una existencia más solidariamente humanitaria.
Desde luego, todo está llamado a vivir armónicamente. De lo
contrario, la vida se hace pesada, incoherente, avasalladora, y así andamos,
más abatidos y enfrentados que nunca. Ojalá encontremos el lenguaje de la
reconciliación para conciliar acercamientos. Lo precisamos como en ningún otro
tiempo y en todos los órdenes de la vida. Ya en su tiempo lo vociferaba como
nadie el inolvidable abogado y político sudafricano, Nelson Mandela, con
aquella célebre frase que ha hecho historia, y esperemos que camino: “Mi ideal
más querido es el de una sociedad libre y democrática en la que todos podamos
vivir en armonía y con iguales posibilidades”. Ciertamente, si no tienes esa
libertad interior, si no eres dueño de ti, difícilmente vamos a generar
atmósferas de sosiego. Asimismo, el espíritu democrático bien conjugado con la
transparencia y la claridad de fundamentos, nos insta a mostrar con la
clarividencia del debate la solución a los problemas. Indudablemente, esto
genera un clima de respeto y entendimiento que siempre es fructífero para
acrecentar la quietud y poder convivir.
Por tanto, es período de análisis y acción; de observar y de
vivir cada cual su propia responsabilidad como ciudadano. La paz la trabajamos
entre todos. Seamos justos y no falsos. Únicamente abrazando la coherencia
innata de nuestras habitaciones íntimas, defenderemos la vida en su conjunto.
En el camino todos contamos. Hoy existe una preocupación real y creciente por
la amenaza que representa la existencia de armas nucleares para la
humanidad. Ya lo hemos reflexionado.
Jamás ralenticemos esta realidad armamentística destructora. Seamos contundentes.
La lentitud en el cumplimiento de nuestras aspiraciones de largo plazo para el
desarme nos deja ahora con peligros sin precedentes. Despojémonos de intereses.
Don dinero nunca nos trae la alianza. No olvidemos que en los países de elevado
desarrollo económico, pero con graves carencias morales, el malestar mental
también es desbordante. La situación es la que es, y está visto que la
persistencia de conflictos armados en varias regiones del planeta, la sucesión
de enormes catástrofes naturales y la difusión del terrorismo, además de causar
un número impresionante de muertos, ocasionan en muchos supervivientes traumas
psíquicos, a veces apenas recuperables. Aplacar, pues, el ánimo nos conviene a
todos. Démonos una oportunidad para una vida más armónica en todas sus
dimensiones. Estética que nunca viene dada porque sí, sino que ha de
encandilarse cada amanecer e indefinidamente. Es nuestro trabajo. Ha de ser
nuestro quehacer diario. Pues manos a la obra.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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