La ética de los compromisos
En este mundo, no sólo cabemos todos con sus diversos
rostros y multitud de rastros, también estamos llamados a confluir en un mar de
entendimiento, mediante un encuentro sincero de individuo a individuo, que nos
lleve con una actitud humilde a saber aprender de los demás. Verdaderamente,
nuestra concordia está supeditada a la colectividad de la que somos parte
exclusiva, sin obviar el todo necesario e imprescindible del que también
formamos porción. Por ello, nadie puede quedar excluido. Las barreras del encierro
y la marginalidad no tienen sentido alguno. Todos nos merecemos la oportunidad
de poder desarrollarnos como personas, máxime en un momento en el que estamos
interconectados a través de las tecnologías.
Ahora lo que hace falta es que esta interconexión, sirva
como estímulo creativo para encontrar los caminos adecuados y propicios para
humanizarnos, pues aunque estamos en la era del conocimiento y la información,
tenemos que decir no a tanta falsedad sembrada, a una economía sin alma, donde
lo que impera es el poder del dinero y que seamos productivos en esta sociedad
de mercado. Quizás tengamos que aprender a reflexionar. Y con ello, a pasar de
los modales en el decir, a la ética de los compromisos; a ser más responsables
en la acción y más coherentes en el hacer. Por otra parte, tenemos la
oportunidad de ofrecer otras moradas más solidarias, con el retorno a un orden
social más equitativo, concienciándonos de que todo ha de estar en favor del
ser humano. Aún tenemos cerca de cinco millones de niños en el mundo que
padecen desnutrición aguda grave y cerca de cuarenta millones de personas
carecen de acceso a agua potable. Estos son los tristes datos, que refrendan
nuestra pasividad y falta de coraje.
Algunos partidos políticos hambrientos de votos juegan a la
confusión, llegando a normalizar algo tan deleznable como el odio. Lo que menos
le interesa es la ciudadanía. Estimo, por tanto, que la política ha de ser más
poética, o sea más de servicio desinteresado, y así podremos encauzar otro
orden existencial más justo. Por desgracia, estamos cosechando un futuro lleno
de incertidumbres que nos afecta a todos, debido a las guerras, la variabilidad
económica, el cambio climático y las desigualdades crecientes. De ahí, la
necesidad de una ética responsable que nos encamine hacia otros horizontes más
auténticos, lo que nos exige de otros cultivos más reeducadores, o si quieren
rehabilitadores, destinados a hacernos pensar críticamente para poder discernir
lo que más nos conviene, dentro de un universal camino de maduración en
valores.
Confiemos que siendo la generación de jóvenes más numerosa
que se haya visto en nuestra propia historia, y aunque buena parte viva en
países muy frágiles y afectados por conflictos, y otros estén
desempleados, sepamos renacer sin
postergar a nadie, estrechando lazos aunque sólo sea para ayudarnos a
sobrellevar las cargas. En efecto, los jóvenes siempre están dispuestos al
cambio y esto es bueno para construir la unidad, no la uniformidad, sino la
reafirmación conjunta como especie pensante globalizada, que ha de comprenderse
bajo el techo de la diversidad.
Ante esta realidad, es el momento de jugar limpio, de
comprometerse y rechazar cualquier signo de fanatismo vertido hacia sociedades
cada día más multiétnicas, multirreligiosas y multiculturales, que lo que hacen
es enriquecernos para iluminar y renovar el mundo. Escuchémonos todos.
Promovamos diálogos verdaderos. Analicemos situaciones. A veces nos sorprende
quien menos pensamos. No sólo hay que indignarse hace falta también implicarse
e involucrarse. Mientras las naciones más ricas del mundo debaten sobre
política migratoria, Uganda se ha convertido en uno de los países del mundo que
más refugiados acoge. A Uganda llegan, cada día, quinientas personas, huyendo
de la hostilidad y la persecución en países vecinos. Ellos sí que nos dan una
lección de fronteras abiertas.
Sin duda, es tiempo de obligarnos. En ocasiones, somos
demasiado autocomplacientes. Reconsideremos nuestro modo de actuar desde una
ética más racional, algo previo para poder renacer de estas cenizas que entre
todos hemos desparramado por el planeta. Desde luego, hay que atreverse a
encontrar los nuevos puntos de coincidencia entre humanos, los nuevos símbolos
que nos entusiasmen, y a partir de aquí, el acompañamiento será más llevadero,
más necesario, si en verdad nuestro compromiso por el bienestar de nuestros
semejantes es tan real como serio.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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