¿CARA DE TRISTEZA O PESIMISMO EN EL ALMA?
“Debemos prepararnos para la lucha espiritual”.
El gran riesgo del mundo de hoy es proseguir con un estilo
de vida que no entiende de vínculos entre las personas, deshumanizándolo todo y
debilitando nuestro propio desarrollo humanístico. De ahí, la importancia de
avivar otros proyectos educativos más innovadores que nos enseñen a pensar
críticamente, al menos para poder discernir, y optar por un camino de
maduración en valores. Sólo así podremos volver a empezar a ilusionarnos, a
crecer y a despojarnos de esta cara de funeral, que todos llevamos consigo
alguna vez. La desconfianza y la decepción parecen estar presentes en la mirada
de muchas personas. La falta de consideración hacia nuestros análogos y el
cúmulo de hechos agresivos nos dejan sin una sonrisa en los labios. Por otra
parte, hay un juego de competitividad que nos ahorca. Prolifera la ley del más
fuerte. La gente que no es productiva se le ralla y se abandona. Todo está como
muy dividido por intereses de mercado, y ante este mundo tan cruelmente
fragmentado, los conflictos no cesan. Ojalá aprendamos a entendernos, a luchar
por la justicia sin violencia, a vivir tendiendo la mano para morar unidos.
Hace falta calmar muchas vidas rotas, destruidas injustamente, en estado
pésimo, pesimistas quizás, porque llevan consigo una enfermedad del espíritu.
Por si fuera poco el llanto, nuestra madre tierra aparenta
hallarse muy dolorosa con nosotros, con tanta sobreexplotación y poco
compartir. Todavía no hemos sido capaces de lograr un modelo circular de
producción que asegure recursos para todos, moderando el consumo, reutilizando
y reciclando en verdad, con una mayor eficiencia en el aprovechamiento. Por
cierto, un informe reciente de ONU-Medio Ambiente alerta de que, si no
aumentamos drásticamente las medidas para proteger el entorno, podrían
producirse millones de muertes prematuras a mediados de siglo, en ciudades y
regiones de Asia, Oriente Medio y África. Al parecer, la resistencia
antimicrobiana va a ser una de las principales causas de muerte en 2050 debido
a la contaminación de fuentes de agua dulce, y los interruptores endocrinos
afectarán la fertilidad masculina y femenina, así como el avance neurológico
infantil. También aquí, en nuestra casa común, hace falta poner orden, para que
los agentes contaminantes cesen, ya que todos por génesis tenemos derecho a
coexistir y a ser feliz, o al menos a ver la luz del sol brillar en todas
partes. Sea como fuere, me niego a ver nada más que sombras. Dejemos que el
arcoíris al menos cohabite en nuestro interior.
Ciertamente todo está relacionado armónicamente, y la
intervención humana, ha de considerar esta biodiversidad como un depósito de
energía a considerar, con el gozo que esto supone y la alegría que infunde
donarse y engendrar regocijo, porque sin ese júbilo, toda existencia es
inútil. Además, sin una disposición
vivaz y radiante será complicado regenerarse, revivirse, puesto que la congoja
del alma puede ahogarte mucho más rápido que un microorganismo. Es verdad que en
un mundo angustiado y oprimido por tantos problemas es fácil tender a la
desesperanza. Jamás caigamos en ello, es un sentimiento injustificado, si en
realidad estamos vivos. El cambio está en nosotros mismos. No olvidemos que
somos ciudadanos de esperanza. Debemos prepararnos para la lucha espiritual. No
lo hagamos cuerpo a cuerpo, siempre corazón a corazón. Por tanto, no se
justifican que permanezcan atmósferas desesperantes en nuestro acontecer
diario. Hemos de ser personas de acción y reacción, no gentes pasivas, aunque
con tristeza en la cara por cierta indecisión, cobardía o temor. Sin duda,
estamos obligados a afrontar todas las necesidades humanitarias, máxime cuando
millones de personas en todo el mundo permanecen en un profundo estado de
vulnerabilidad. En consecuencia, es trascendental, tanto para la especie como
para su hábitat, simpatizar con ese ánimo entusiasta. Las posibles llagas de
nuestra biografía también se sanan mucho mejor de este modo, con esa saludable
locura de vivir y dejar vivir.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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