Mucho decir y poco hacer
“La existencia es tan singular que no admite comediantes de
verbos fáciles ni actores que nos representen en la poesía que somos”
No sirve de nada decir mucho y no hacer nada,
autoproclamarse líder desde el endiosamiento y no desde la servidumbre, juzgar
permanentemente en vez de evaluar actitudes, al menos para poder reinventarse
otros modos y maneras de cohabitar, forjando un espíritu más solidario e
inclusivo. Lo importante es concebir nuestro diario de vida como un camino, por
el que hay que enfrentarse a la adversidad cara a cara, y también a la dicha,
con un talante abierto y positivo, pues lo transcendente es poder salir de la
zona de lágrimas, pero también de la de confort, con el ánimo siempre en
disposición de corregirse y de avanzar enmendándose. Morderse la lengua ante
situaciones injustas tampoco es de recibo. Ojalá aprendamos a cultivar otros
lenguajes menos provocativos, pues de proseguir bajo este cauce depresivo de
ansiedades e incertidumbres, el potencial de las personas y sus economías se
verán eclipsados, y la deshumanización será tan fuerte que no podremos perder
más tiempo, negándonos a nosotros mismos, y sin resolver estas realidades
destructoras. Por desgracia, en ocasiones confundimos la materialización del
actuar, y decimos que somos libres, obviando que lo importante es hacer, claro
que sí, pero también lo que se debe.
Cuando la luz de lo auténtico deja de brillar, lo que
gobierna es la falsedad, la intolerancia y la hipocresía. No caigamos en la
necedad de negar lo evidente. Hay que ponerse en acción El tiempo se agota. Recobremos
fuerzas. Salgamos de este aire mortecino de indiferencia que nos guía.
Actuemos. Custodiar el entorno y, sensibilizarnos con nuestros semejantes, ha
de ser algo innato y como tal obligación hemos de concienciarnos, para que esa
biodiversidad que nos alienta y alimenta deje de estar gravemente amenazada.
Sea como fuere, en ese perenne hacer, el desaliento no puede ganarnos la
batalla. El ser humano no puede rendirse jamás. Tiene que esperanzarse siempre.
Nadie abraza a ningún horizonte acompañado por el miedo. Que la generosidad sea
el antídoto que nos de energía frente a tantas amenazas. El cambio climático ya
está causando verdaderas calamidades, y aún quedará más por venir, en el caso
de que las inversiones en energías renovables y tecnologías verdes, no pasen de
los buenos propósitos y verdaderamente no se acrecienten. En efecto, se echan
en falta esos hombres de bien y sobran esos héroes que se creen que con su
poder todo lo dominarán a su antojo y placer.
Desde luego, los países han de adoptar estrategias para
alcanzar las emisiones netas cero para 2050. Hasta ahora, únicamente setenta
naciones han anunciado que están comprometidas con la neutralidad de carbono
para dicho año. Muchos otros grupos están haciendo lo mismo, como las ciudades,
los bancos y las empresas; pero esto, sólo representa menos de una cuarta parte
de las emisiones globales. No podemos continuar con esta insolidaridad y quedar
pasivos en la acción. Precisamente, los emisores más grandes deben
comprometerse en hacer más, o nuestros esfuerzos en el decir, no pasarán de ser
literatura. Por cierto, en esta misma línea de inercia y desgana, el máximo
responsable de la agencia de la ONU encargado de velar por la salud de todos en
el planeta mostraba recientemente su inquietud por la falta de actuación para
frenar el coronavirus COVID-19, reafirmándose en que la consideración de
pandemia "no puede ser una aceptación injustificada de que la lucha ha
terminado", lo que llevaría a un sufrimiento y un número de muertes innecesarias.
Por eso, es vital unirse, no para estar por estar, sino para hacer las cosas
juntos, que es como se construye el verdadero poema. Porque nadie puede
sustituirte, ni crecer por ti, ni tampoco hacer por ti lo que tú mismo has de
hacer. La existencia es tan singular que no admite comediantes de verbos
fáciles ni actores que nos representen en la poesía que somos.
Sin duda, vale más obrar y arrepentirse, que no proceder y
arrepentirse después. Ciertamente nos hemos acostumbrado a expresar mucho,
siempre de palabra, y a no llevar a buen término dicha actuación, pensando más
en lo que no tienes, que en reflexionar sobre lo que puedes hacer con lo que
hay. Nunca es tarde para despertar a esa acción responsable de vivir y dejar
vivir, de donación y de sosiego, de compartir sueños y ayudar a cuidar la casa
común, o sea, el planeta; dejando atrás todo aquello negativo que nos impida
mirar hacia adelante. Lo primordial es ver que, con la riqueza de los años, uno
se hace más profundo y vive desde esa hondura. Por ello, el futuro es de los
jóvenes, pero también de los ancianos, que llevan consigo muchos años de
experiencia e historia. También hay que hacer más por ellos, cuando menos salir
a su encuentro, porque la soledad impuesta es una enfermedad, pero con la
cercanía y la escucha podemos curarla. Porque, en definitiva, la vida es un
regalo que se nos injerta, no para hacernos daño, sino para acompañarnos unos a
otros e inventarnos el mejor poema consolador, poniéndolo a la práctica con el
sentimiento de ser latido para tender puentes. Al fin y al cabo, uno será ese
verso níveo, en la medida que haya podido hacer algo por alguien.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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