lunes, 25 de abril de 2016

Compartiendo diálogos conmigo mismo

El señorío del amor de dios 

Vivimos entre el encuentro y el reencuentro
personal consigo mismo y con los demás, 
y bajo esta afluencia, vamos tejiendo versos,
que nos armonizan y también nos hermanan.

Somos la historia de un puro deseo creado
y recreado por el Señor, árbol de la existencia,
pues de Dios todos somos descendientes,
y a Dios hemos de ascender para la vida.

El origen está en Cristo y en Cristo el final.
En cada uno de nosotros, el Padre vive,
y al ser sus Hijos, todos renacemos cada día,
pues tan vital como nacer es transcender.

A través de la palabra y también de la acción,
construimos nuestro propio ser con el hacer,
y con espíritu creativo, con el soplo del Creador,
mediante la obra de sus manos, nos crecemos.

Todo se alimenta y se alienta con el amor,
absolutamente todo germina con el amar,
y es en el amar, donde Jesús nos busca y halla,
para venir en pos nuestro, y darnos luz.

Porque la luz del ser viene siempre del Altísimo,
como la luna que la recibe siempre del sol.
Seamos la familia que todo lo acoge y recoge,
pues iluminado el corazón, irradiamos ternura.

Al fin, somos la identidad que nos forjamos acá,
un espíritu que es el sello de lo que soy,
más allá de una manera de vivir, un modo
de ser, un camino y una cruz, un dominio.

Un dominio de sí y un respeto al designio
divino, para poder orientarnos y reorientarnos,
escalar unidos y llegar a la cima con la mirada
prendida en un cielo que nos florece y eterniza.



Víctor Corcoba Herrero

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