Hay que levantarse siempre
Tenemos que mejorar los cimientos éticos, luego es menester
levantarse siempre, a pesar de las dificultades que muchas veces nosotros
mismos generamos, con actitudes indecentes y salvajes. Hay quien dice que el
auténtico avance humano radica, precisamente, en ese empuje moral, que es el
que nos humaniza. Quizás tengamos que tomar conciencia y aprender a
correspondernos más y mejor con ese mundo laboral, y por ende, despojarnos de
todo egoísmo, para activar un sentir responsable social y corporativo, como
especie hermanada y pensante. Por ello, el deber de dignificarnos es primordial
y hemos de hacerlo sin exclusiones, con un trabajo decente, lo que conlleva un
salario digno, unas condiciones laborales justas y un quehacer humanizado,
capaz de realizarnos como personas, y que ha de estar por encima del capital,
del beneficio y del mercado.
En efecto, hay que promover una salida de este estado
salvaje, sin honestidad alguna, para dar paso a otro mundo más civilizado, en comunión
con la vida, donde cada cual pueda sentirse reencontrado con su análogo, y no
enfrentado. Por desgracia, las políticas hace tiempo que han perdido ese
universo de ideales conciliadores y de diálogos auténticos, de servicio
incondicional y desinteresado, para dar erupción a una legión de personajes
titiriteros y corruptos, que más que servidores de lo público, han fomentado el
departamento de espectáculos. Hemos de volver, por tanto, a esa dimensión
social de trabajar para el beneficio social de toda la Humanidad. Hoy más que
nunca, sin duda, es esencial trabajar juntos por el bien común, con el mejor
liderazgo posible, ya que es un servicio de mucho sacrificio y dedicación,
especialmente en un momento de tantas dificultades como el presente.
Urge, en consecuencia, elevarse y ennoblecerse como
ciudadanos de bien; dispuestos a compartir horizontes y a soñar con otro mundo
más pacífico. No fabriquemos más armas, por favor. Entremos en conversación,
con la empatía necesaria para el consenso, y así se propagarán noticias esperanzadoras que nos despertarán
el ánimo. Ahora sabemos, por ejemplo, que doscientos niños de Sudán del Sur ya
no tendrán que tomar las armas a diario. Los grupos armados los han liberado de
sus filas tras unas negociaciones apoyadas por UNICEF, que ha destacado que
“por cada niño liberado, se marca el comienzo de una nueva vida”. Se espera que
sean mil los menores que dejen la guerra en los próximos meses, pero aún quedan
19.000 niños soldados en el país africano. Algo es todo, conviene recordarlo,
como que la primera condición para generar un clima armónico, es tener voluntad
de conseguirla.
Indudablemente, el querer lo es todo en la vida. Es la
energía interna de cada cual la que nos trasciende y nos transporta. A
propósito, también este año, se celebra el octavo “Diálogo sobre armonía con la
naturaleza”, el día 23 de abril en la Sede de la ONU de Nueva York. Pensamos
que esta plática interactiva es una buena plataforma para tratar temas como la
producción sostenible y los patrones de consumo. Asimismo, el coloquio quiere
fomentar que los ciudadanos y las sociedades se conciencien sobre cómo se
pertenecen y cómo pueden acoplarse con el mundo natural; al mismo tiempo,
pretende mejorar los cimientos moralistas de la relación entre la Humanidad y
la Tierra, en términos de desarrollo sostenible, puesto que si la Tierra y sus
Ecosistemas son nuestro hogar, también el cuerpo y el espíritu son nuestra vida
a proteger, lo que nos reclama un respeto innato el uno por el otro; ya que, de
lo contrario, nuestra propia existencia deja de ser aceptable.
De ahí, que por la concordia todo se engrandece, mientras la
discordia todo lo destruye. La esperanza nos espera siempre para abrazarnos.
Dejémonos envolver por su estimulante vital, muy superior a la suerte e
inmensamente vivificador de nuestros días. Con razón, se dice, que la ilusión
le concierne a quien camina, pues es el caminante mismo salvaguardándose,
revelándose contra sí mismo.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor