Un mundo para todos
Hay muchas culturas, pero únicamente una forma de culto de
la voluntad, el de la confluencia de un universo habitable para todos, a pesar
de los muchos rostros en camino y de la multitud de rastros generados. Con
razón se dice, que cada persona es un mundo. Así es. Esto implica ser coherente
con la vida, entender y atender a todas las expresiones del corazón humano,
convivir y cohabitar. Si los diversos Estados son los que tienen que promover
atmósferas de sosiego, también cada ciudadano, está llamado a transformarse,
con la apertura comprensiva necesaria para que el ropaje sea universal, y todos
acabemos reencontrándonos en esa unidad que requerimos para poder subsistir.
Persona a persona vamos avanzando, pues nos necesitamos indivisos para darnos
aliento, pero también para sumar espíritus creativos que nos pongan en el
pasaje de la concordia. El presidente de Colombia lo indicaba hace unos días,
de modo conciliador pero firme: es posible finalizar los conflictos más
complicados y obtener resultados. Indudablemente, querer es poder, y la paz nos
alcanza a poco que nos dejemos acompañar unos en otros por la verdad, lo que
conlleva trabajar por la justicia, poniendo el propio intelecto que todos
llevamos consigo al servicio del semejante.
Sea como fuere, necesitamos este mundo armónico para poder
sentir nuestro propio abecedario de encuentros. La mediación en el camino
siempre es la palabra, que ha de ser auténtica y en crecimiento, con una
actitud de compañía. Al fin y al cabo, todos somos seres en permanente
búsqueda, deseosos de hallar esa dimensión que nos mundialice el alma. Sin
derechos humanos no puede haber alianza
alguna. Necesitamos reunificarnos como familia. El anuncio del líder
norcoreano, Kim jong-un, de detener los ensayos nucleares y el lanzamiento de
misiles balísticos intercontinentales es una buena noticia. Ojalá ratifique más
pronto que tarde su compromiso. Por otra parte, ya me gustaría, igualmente, que
todos los moradores del planeta tuviesen un talante similar en cuestión de
derechos humanos, sobre todo a la hora de dignificarnos y de luchar por ese
bien colectivo de bondades que todos nos merecemos, para instaurar un orbe más
poético que poderoso. Por ello, es menester situarse enfrente del conflicto, no
pasar ni lavarse las manos, sufrirlo en unión con los demás, tratando de
resolverlo. En efecto, todo puede ser mejorable, pero la suma de fuerzas
humanas es superior siempre a cualquier problema por duro que nos parezca.
Se ha dicho que el todo es superior a la parte, y, en
verdad, hace falta prestar más atención a ese mundo global si no queremos caer
en una mezquindad permanente de retrocesos, en parte debido al aumento de
batallas y violencias inútiles, que debiéramos desterrar de la faz de la
tierra. Está visto que tan importante como la ayuda humanitaria es la
prevención de contiendas en un mundo que ha de hermanarse. A propósito, el
Secretario General no hace mucho resaltó que la Agenda 2030 para el desarrollo
sostenible representa el proyecto universal de las Naciones Unidas para logar
una sociedad más pacífica y estable. “Invertir en una paz significa invertir en
servicios básicos, aunar a los organismos humanitarios y de desarrollo, crear
instituciones eficaces y responsables, proteger los derechos humanos, promover
la cohesión social y la diversidad y avanzar hacia la energía sostenible”.
Asimismo, subrayó la importancia de otros factores como la educación y el
empleo de calidad, máxime en un momento en el que hace falta activar la lucha
contra el trabajo infantil.
En consecuencia, un elemento de vital importancia para la
construcción de ese mundo para todos, sería pues el respeto inscrito en esa
gramática natural que todos llevamos impresa en la conciencia. Por tanto, más
allá de las gravísimas carencias que sufren los pueblos en diversos
continentes, hacen falta tácticas responsables que nos acerquen. Por esto, una
convivencia mundializada requiere, ya no solo que se reconozcan y se respeten
mutuamente los derechos y las obligaciones, sino también de una estima y
consideración innata hacia todo ser, sustentando por la clemencia y, a la vez,
engrandecido bajo los auspicios de la libertad.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario