A la luz de la inspiración como fuerza de vida
(El amor siembra versos en la mirada y recolecta sueños en
los labios del alma)
I.- DOS CORAZONES EN UNO
Todo parte de dos corazones que se encuentran y se hacen
uno:
un solo latido, un único palpitar, una mística percusión de
ser;
un ser en el otro, trascendiendo ambos, loando la
coexistencia.
Porque nadie viene a la vida por sí mismo, requiere de
padres,
y no podrá renunciar tampoco a volver al Padre que le dio
luz.
No hay mayor amor que unos labios moviendo el aire viviente,
ofrendándose en cuerpo y alma, absolviéndose
recíprocamente,
entregados a esa comunión de espíritus, creciendo en unidad,
haciendo familia verso a verso, reconstituyendo la
genealogía,
de yo soy para mi musa y mi musa es para mí en el nosotros.
El fruto de esta unión de pulsos, es recrearse en las
pausas,
estirar las piernas sobre el inmaculado jardín del universo,
tomar aire y respirar profundo con las energía de lo creado,
para convertirse cada vez más en una dulce morada de pasión,
donde habite el acompañamiento cuidándose y sosteniéndose.
II.- LATIDOS PUESTOS EN JESÚS
En esta vida, nada se conduce, ni se reconduce, sin el Jesús
de todos, vivo en tantas historias de amor que nos prenden,
en su afán conciliador y reconciliador de alianzas
esponsales,
en su desvelo de restaurar y transformar órganos
endurecidos,
testimoniando además el amor divino y la savia en comunión.
La encarnación del Verbo en una familia humana, en Nazaret,
aparte de conmovernos, también nos engrandece en su brotar
lirico, pues la palabra toma aliento y se hace además
estrella,
pues todos vamos a la búsqueda de la emoción, para penetrar
en el gozo más sublime, renovando tantas esperanzas perdidas.
Así, en esta acogida mutua y con la gracia de Cristo
presente,
los prometidos vierten fidelidad entre sí y apertura al
donarse,
se afianzan en el perdón y refuerzan la clemencia en las
caídas,
contrayendo el compromiso de quererse hasta el fin del
andar,
y extendiendo la decisión de abrazarse para siempre por
amor.
III.- TODA LA VIDA Y TODO EN FAMILIA
Nuestro Creador hace de los dos contrayentes una sola vida,
y en virtud del voto, son investidos de una auténtica
misión,
para que puedan hacer visible la búsqueda del bien del otro,
y construir juntos la mejor oda vivencial trazada en el
ánimo,
que es donde habita la inmortalidad del legarse y eximirse.
Un amor que no ama está abatido, es un apego muy frágil,
que demanda combatir, resurgir, reinventarse en la belleza,
y empezar siempre de nuevo a renacer hasta avivar el deber,
de vencer todas las pruebas y mantenerse fiel a la promesa,
de no desmembrarse de ese querer indisoluble, queriendo más.
No rompamos vínculos, jamás destrocemos nuestra estética,
aprendamos a contemplar y a valorar ese amor que nos nace
mar adentro, deseoso de manifestarse y de crecer cada
aurora,
dispuesto siempre a dar vigor y a ofrecer con las manos
unidas,
el más puro acorde de mimos, para dejar cruces y domar
crisis.
Víctor CORCOBA HERRERO