viernes, 28 de agosto de 2020

Compartiendo diálogos conmigo mismo

A la luz de la inspiración como fuerza de vida

 

(El amor siembra versos en la mirada y recolecta sueños en los labios del alma)

  

I.- DOS CORAZONES EN UNO

 

Todo parte de dos corazones que se encuentran y se hacen uno:

un solo latido, un único palpitar, una mística percusión de ser;

un ser en el otro, trascendiendo ambos, loando la coexistencia.

Porque nadie viene a la vida por sí mismo, requiere de padres,

y no podrá renunciar tampoco a volver al Padre que le dio luz.

 

No hay mayor amor que unos labios moviendo el aire viviente,

ofrendándose en cuerpo y alma, absolviéndose recíprocamente, 

entregados a esa comunión de espíritus, creciendo en unidad,

haciendo familia verso a verso, reconstituyendo la genealogía,

de yo soy para mi musa y mi musa es para mí en el nosotros.

 

El fruto de esta unión de pulsos, es recrearse en las pausas,

estirar las piernas sobre el inmaculado jardín del universo,

tomar aire y respirar profundo con las energía de lo creado,

para convertirse cada vez más en una dulce morada de pasión,

donde habite el acompañamiento cuidándose y sosteniéndose.

 

 

II.- LATIDOS PUESTOS EN JESÚS

 

En esta vida, nada se conduce, ni se reconduce, sin el Jesús

de todos, vivo en tantas historias de amor que nos prenden,

en su afán conciliador y reconciliador de alianzas esponsales,

en su desvelo de restaurar y transformar órganos endurecidos,

testimoniando además el amor divino y la savia en comunión.

 

La encarnación del Verbo en una familia humana, en Nazaret,

aparte de conmovernos, también nos engrandece en su brotar

lirico, pues la palabra toma aliento y se hace además estrella,

pues todos vamos a la búsqueda de la emoción, para penetrar

en el gozo más sublime, renovando tantas esperanzas perdidas.

 

Así, en esta acogida mutua y con la gracia de Cristo presente, 

los prometidos vierten fidelidad entre sí y apertura al donarse,

se afianzan en el perdón y refuerzan la clemencia en las caídas,

contrayendo el compromiso de quererse hasta el fin del andar,

y extendiendo la decisión de abrazarse para siempre por amor.

 

III.- TODA LA VIDA Y TODO EN FAMILIA

 

Nuestro Creador hace de los dos contrayentes una sola vida,

y en virtud del voto, son investidos de una auténtica misión,

para que puedan hacer visible la búsqueda del bien del otro,

y construir juntos la mejor oda vivencial trazada en el ánimo,

que es donde habita la inmortalidad del legarse y eximirse.

 

Un amor que no ama está abatido, es un apego muy frágil,

que demanda combatir, resurgir, reinventarse en la belleza,

y empezar siempre de nuevo a renacer hasta avivar el deber,

de vencer todas las pruebas y mantenerse fiel a la promesa,

de no desmembrarse de ese querer indisoluble, queriendo más.

 

No rompamos vínculos, jamás destrocemos nuestra estética,

aprendamos a contemplar y a valorar ese amor que nos nace

mar adentro, deseoso de manifestarse y de crecer cada aurora,

dispuesto siempre a dar vigor y a ofrecer con las manos unidas,

el más puro acorde de mimos, para dejar cruces y domar crisis.

 

 

Víctor CORCOBA HERRERO

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