Restablecer nuevos entornos y situaciones
“Es vital no perder la capacidad de escucha, que es lo que
en realidad también nos transforma”.
Bajo este contexto de prepotentes fieras, donde todo se
embadurna de aliento putrefacto a través de repoblaciones adoctrinadas por don
dinero, no podemos continuar. Hace falta restaurar la ola de vida degradada,
restablecer entornos y situaciones haciéndolos más armónicos y fraternos,
devolviendo la dignidad que todos nos merecemos, por el hecho mismo de ser
personas. Hoy la tierra es una tierra de cautivos en su mayoría, que suele reír
a todo, con tal de proseguir en la ostentación. Que el poder aniquile al poder,
puede que deba ser nuestra primera misión. Solo hay que ver ese gentío de
privilegiados, que han vendido su alma al diablo, puesto que también se ahogan
en la abundancia, mientras otra gente no tiene ni para comer. Por consiguiente,
ante estos miserables escenarios, hemos de reconocer que a todos nos falta un
poco de coraje, o si quieren de voluntad y conciencia, para revertir este
cúmulo de contrariedades, de desechos y despojos, que nos están dejando sin
aire para poder respirar libremente; y, todo esto, por ser incapaces de que la
justicia social sea un valor tan primordial como la protección del planeta.
No abandonemos jamás, el deber de dar
cumplimiento a los valores perdurables de sinceridad y clemencia, que son los
que realmente nos injertan continuidad en el linaje y respuesta a quiénes somos
y por qué vivimos.
En efecto, urge restablecer mecanismos de cooperación entre
análogos, ya no solo para contribuir a mejorar sitios contaminados que
verdaderamente nos enferman, sino también para frenar la pérdida de
biodiversidad; cuestión que nos impide vivir en concierto con la naturaleza,
además de entristecidos por el agobiante individualismo que debilita nuestra
propia dimensión existencial de familia. En consecuencia, nosotros los humanos,
tenemos una gran asignatura pendiente, que no es otra que la de recuperar los
vínculos de pertenencia y el espíritu solidario. Sólo así, podremos subsistir y
soñar con un futuro mejor. No olvidemos, por tanto, que todos nos pertenecemos
a todos. Y, como tales, hemos de actuar conjuntamente reencontrándonos
mutuamente, garantizando la asistencia y la acogida siempre. Por eso, es vital
no perder la capacidad de escucha, que es lo que en realidad también nos transforma.
De todos es sabido, que aquel que pone oído, más pronto que tarde se puebla de
salves, ya sea en soledad o en compañía. Junto a esta buena disposición,
tenemos la Carta de las Naciones Unidas como referencia de justicia y cauce de
paz; lo que nos supone repeler contiendas inútiles y reconocer que lo global,
no es tanto el acercarse, como el quererse.
Desde luego, uno no alcanza la dicha haciendo lo que uno
quiere, sino queriendo lo que uno hace, amando esa comunión que nos
universaliza como seres pensantes, acogiendo las diferencias y hallando un modo
sosegado de convivencia. No podemos olvidar que desde la unidad todo se
consigue. De ahí, que estamos llamados a entendernos. Con este espíritu
creativo de donación, que ilumina nuestros andares colectivos, se nos requiere
de modelos de desarrollo que no se basen solo en el poseer, sino en el
compartir; tampoco en la utilidad o el provecho, sino en la cesión y en el
servicio incondicional. Al fin y al cabo, lo trascendente es el apoyo que nos
demos unos a otros; puesto que muchas de esas políticas sociales que tanto se
vociferan hoy, al final suelen quedar en nada. Sea como fuere, no podemos
continuar en este estado que todo lo tritura en falsedades; urge reintegrar
espacios y regenerar los sistemas naturales. Pensemos, de una vez por todas,
que la naturaleza por sí misma, es una de las formas más eficaces para combatir
el cambio climático. Contando con ella, se puede reducir hasta un tercio las
emisiones de gases de efecto invernadero. Lo significativo es quedarse con su
significado y entenderlo para poder asimilarlo y corregirse.
Quizás nos sea saludable para todos, habituarnos al respeto
de uno mismo, si en verdad queremos salir de este deterioro ambiental que
padecemos los humanos. Pasar del bochorno inhumano de la piedra en el camino,
al sacrificio de la entrega por los demás, de la preocupación a la ocupación de
unirse, del derroche a la mesura, del afán contaminante que alimenta todos los
vicios autodestructivos al desvelo edificador; indudablemente nos hará crecer
interiormente. Con toda seguridad, esta atmósfera anímica nos traerá, cuando
menos mejores rostros y dejará mejores rastros. En cualquier caso, nos
merecemos apostar por otro estilo de vida, comenzando por sobreponernos a esta
pandemia y al elevado grado de incertidumbre que aun existe en todo el mundo,
una vez que los programas de defensa comiencen a surtir efecto, dado que es
imperativo que la vacunación contra el COVID-19 se considere un bien público
global. Constantemente nos lo recuerda el Secretario General de Naciones
Unidas, António Guterres: “Necesitamos una vacuna asequible para todos, pensar
que podemos proteger a la gente rica y dejar sufrir a la pobre es un error
estúpido”. Contra esta estupidez humana, de la que nadie estamos libres, si que
vale la pena que todo el mundo se sacrifique en enmendarse; pues, sabiendo que
todo está interconectado, ha de invitarnos a madurar una inspiración conjunta
que nos motive a incorporar en nuestro caminar diario, el cuidado de la naturaleza
y de los excluidos del sistema, dado que podíamos ser cualquiera de nosotros.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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