Las malditas pasiones y prisiones mundanas
“Al ser humano sólo lo reanima otro ser humano, puesto que
todos necesitamos sentirnos amparados por alguien”.
No es fácil sentirse libre dentro de este mundo de
prisiones, donde uno a veces se denigra por sí mismo, no respetándose, y
poniendo más pasión en las dominaciones económicas, que en los valores de la
conciencia y en el esfuerzo mancomunado para erradicar la esclavitud de nuestro
planeta. Echar por tierra nuestra propia autonomía nos deja sin esencia. Cada
cual tiene que trabajarse su existencia, sabiendo que la emancipación sin
observancia es desconcierto, y la observancia sin emancipación es vasallaje.
Desde luego, un ser humano que tiene control sobre su cuerpo tiene más
probabilidades de ser dueño de sí. Precisamente, un reciente informe sobre el
estado de la ciudadanía en el astro (año 2021), del Fondo de Población de las
Naciones Unidas, viene a indicar la falta de esa formación mental para el discernimiento,
que ha de ser siempre abierta y dispuesta a caminar hacia adelante, cuando
menos para tener más poder de decisión y poder romper cadenas que nos
tiranizan.
Para empezar, hemos de reconocer que el nefasto mundo de la
pasión, por el enriquecimiento a cualquier precio, nos resta ese mundo
armónico, que es el que verdaderamente nos imprime tranquilidad. El caudal
monetario nos vuelve egoístas en todo período. Uno, realmente, renace con otro
andar. La falta de generosidad nos mutila interiormente. Necesitamos
entregarnos totalmente. Al ser humano sólo lo reanima otro ser humano, puesto
que todos necesitamos sentirnos amparados por alguien. Pienso, además, en esa
multitud de víctimas de la esclavitud infantil en el mundo. O en esa cantidad
de gentes que se encuentran en la pobreza, sin futuro, o que son víctimas del
trabajo en servidumbre, lo que nos exige un compromiso real por parte de todos
los moradores. No hay otra visión más liberadora que unirnos para defender los derechos
humanos. Por eso, es fundamental concienciar a la gente de que hoy en día
todavía existe dominación usurera, riadas de injusticias y abusos de todo tipo;
lo que nos demanda la implicación activa y la responsabilidad colectiva, para
combatir esta tremenda penuria, que nos impide hermanarnos de corazón.
Ojalá aprendamos la lección y sepamos dilucidar el cambio de
época. Lo primero a considerar, en nuestro transitar por la vida, es que
únicamente el bien que hayamos hecho, es el que nos imprime esa satisfacción
interior que nos pone alas, pues aquel que no posee el don de entusiasmarse por
sí mismo ya está muerto. Tampoco es el culto al cuerpo el que nos maravilla,
porque sus ojos son interesados. En realidad es el aliento del alma, el que nos
regenera, porque es aquello por lo que vivimos, sentimos y pensamos. Sea como
fuere, está visto que aún no hemos aprendido a cuidarnos como linaje ni tampoco
a custodiar nuestro entorno. Esto es grave, muy grave, gravísimo. Lo mundano
nos ha despojado de los cultivos en valor. Resulta tan fuerte y envenenada la
doctrina impuesta por los dominadores, que nos hemos situado en el territorio
de la confusión y en la mayor incultura, por muy titulados que nos veamos.
Considero que nos falta arraigo y lucha para transformar
esta barbarie de oscurantismo, en otro claro paisaje más solidario y auténtico.
Sin duda, tenemos que tomar otras atmósferas más acogedoras de luz y
recogedoras de vidas truncadas. Es cierto que el derecho de toda persona a no
ser sometida a opresión ni a despotismo está enjuiciado en el derecho
internacional como norma inderogable, sin embargo todavía hay millones de
personas, despojadas de su independencia y obligadas a vivir en condiciones de
crueldad y salvajismo. Así, nuestro interior no se puede recrear en lo creado,
y menos volverse poesía, para abrazar los caminos de lo auténtico.
Hoy como ayer, en la raíz de este nefasto mundo de las
pasiones y de las prisiones mundanas, se halla una concepción de humanidad
sometida al mercado, y como tal, a ser tratada como un mero objeto de deseo.
Cuando ese espíritu corrupto gobierna por todos los pedestales, hay que
reconocer que la fuerza del engaño es poderosa, más en un momento en el que se
han trastocado todas las trascendencias significantes, pero quizás nos venga
bien para repensar. Indudablemente, es el instante preciso y precioso de
despertar, de buscar una alternativa a estas terribles luchas absurdas entre
semejantes. Entiendo, por tanto, que nuestra mejor reinserción social requiere
de un esfuerzo anímico conjunto.
Mostrarse indiferente ante los problemas de nuestro tiempo
es otra necedad más. Se nos requiere a todos, sin excepción alguna, a cooperar.
Si para luchar contra la desigualdad, el titular de la ONU, propone “un
impuesto solidario” a quienes se han beneficiado de la pandemia; también sería
bueno retomar otra poética de vida con sabor a concordia; que nos permita
conocernos y reconocernos más allá de las barreras de la geografía y del
espacio. Entenderse y atenderse es lo que nos une y nos hace iguales. Toca,
entonces, practicar el desvivirse por vivir en colaboración habitual; como
directiva mística que nos concierne en conciencia, asumiendo el cultivo del
diálogo como lenguaje y asombrándonos bajo la siembra de la verdad, que ilumina
el horizonte de esperanza. Vuelva la irradiación soñadora a nosotros.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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