Espacio para todas las expresiones del alma
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Precisamos espacio para todas las expresiones, oponerse a
ellas, paraliza la vitalidad de los seres pensantes. Indudablemente, ante la
escasez de pensamientos, hay más docilidad y menos actos creativos para
disolver ideologías dominadoras, que nos constriñen hasta adormecernos.
Únicamente la autenticidad nos hará libres y es, desde esta naturalidad
expresiva, como podemos romper las cadenas. Sin duda, hoy más que nunca,
necesitamos mensajes liberadores frente a tantas opresiones, la más grave
reducir al ciudadano a ser la voz de su señor, a ser propiedad de otro, con la
fuerza, el engaño o el adoctrinamiento. Por desgracia, la maldita mentira es la
gran dominadora, hasta el punto que la hemos convertido en una gran bola de
nieve, que cuanto más rueda, más grande se vuelve. De ahí la necesidad de
activar la cultura como conciencia colectiva, como modo de pensar y de vivir.
En realidad, cohabitar como ciudadano, significa elegir una actitud comprensiva
sin dejar de ser uno mismo, bajo la necesidad de convivir libremente con los
seres de su propio linaje, dotándonos para ello, de artes o lenguajes diversos,
para que sean el gran instrumento y lazo común que nos fraternice.
Precisamente sobre todo esto, pude recapacitar hace unos
días, al asistir a una espléndida actuación, organizada por la Parroquia
Nuestra Señora de los Olmos, dentro del XIV Ciclo Internacional de Conciertos-
Órgano Histórico, templo ubicado en la paradisiaca localidad manchega del campo
de Montiel, Torre de Juan Abad (Ciudad Real), en la que intervinieron: Sofía
Pintor Aguirre (Voz soprano), Martín Cantarero Velázquez (Saxo soprano), Jesús
Eusebio Jimeno Martínez (Saxo tenor) y Augusto Jerez García (Saxo barítono).
Verdaderamente pude observar, junto a este pueblo con una población que
sobrepasa el millar de habitantes, lo importante que son este tipo de eventos
para elevar la mirada del ser humano hacia el Creador. Desde luego, el marco
era incomparable, y los intervinientes con toda la intensidad de su noble alma,
aparte de mostrarnos la belleza del encuentro espiritual, también pudimos
compartir unidos la hondura de este
irrepetible momento de elevado valor cultural. Deseo manifestar, por
consiguiente, mi profunda gratitud al Ayuntamiento de Torre de Juan Abad, por
su patrocinio, pues son estos eventos los que nos hacen más humanos, más
pueblo, más corazón en definitiva. Sería bueno que sirviera de referente. En
tantos momentos de aprietos, este tipo de cultivos, no sólo alivia la situación
de dificultad humana de cada cual, también contribuye a sentirnos alimentados
espiritualmente. No olvidemos que, con muy poco presupuesto se pueden hacer
grandes cosas, y yo me sentí poblado de felicidad ese día. Al pueblo y a los
miembros del grupo, por ende, deseo expresar mi aprecio por el talento y la
energía con que han interpretado los sugestivos fragmentos musicales,
deseándoles largas e intensas intervenciones por todo el planetario. Estamos
necesitados de su aliento y de su armónico hacer.
En verdad, si no fuera por este tipo de expresiones del
alma, tendríamos más razones para volvernos locos. Por eso, cualquier recóndito lugar del mundo,
ha de propiciar este tipo de gozos, que infunden esperanza en el corazón
humano, tan necesitado de luz y tan desbordado por los desconsuelos. Realmente,
concurre un misterioso y profundo nexo entre música y anhelo, entre el color
del verso y el pentagrama de esencias,
entre el dibujo del camino y el horizonte que abrazamos. Con razón, la
tradición cristiana representa a las almas bienaventuradas cantando en coro,
arrebatadas y extasiadas por la belleza de Dios. De igual modo, para los no
creyentes, la alegría del canto y de la música, el abecedario pictórico o el
mismo arte en general, es también una invitación constante a embellecerse con
la existencia. Reivindico, pues, estos espacios que nos trascienden, haya donde
habite cualquier ser humano. Al igual que la ley natural es un común
denominador a todos los seres humanos y a todos los pueblos, igualmente el arte
es una necesidad para nuestras habitaciones interiores. En consecuencia, hemos
de pensar que somos cuerpo y espíritu a la vez, y por tanto, lo que nivela
nuestras acciones es el alma que pongamos cada día. De ahí que cada contienda
sea una destrucción del espíritu humano y, en cambio, cada expresión interna
nuestra acreciente, junto a un respeto mutuo, también un soplo de humanidad más
allá de las miserias humanas; no en vano, cualquier tipo de arte puede dar
nombre a lo innombrable, compañía al solitario, y hasta comunicar ese mundo
invisible que a veces queremos sentir, oír, ver y tocar.
Más pronto que tarde retornaremos a la Torre de Juan Abad,
pues no hay mejor reconstituyente. Quevedo, en su tiempo, se liberó de cruces y
yo me liberaré de mundanidad. Descubran el paraíso conmigo.
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