Viajar es un buen modo de instruirse y de cooperar en el
desarrollo
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Recuerdo que, cuando
era niño, me movía con la imaginación. Pronto me di cuenta, con la ayuda de mis
maestros, que no hay mejor buque o avión que un libro para viajar lejos.
Siempre tuve la sensación de ser un viajero. Quería viajar hacia las estrellas,
sin otra idea que llevarme un cuaderno y un bolígrafo para escribir lo vivido.
Así nacieron, por entonces, multitud de fantasías, tanto en verso como en
prosa, que activaron mi ánimo por
fabular, al tiempo que me recreaba entre lo visible y lo invisible, entre la
quimera y la realidad. Con el paso de los años me he dado cuenta que moverse de
un lado para otro, aparte de educar, ya que es una forma de aprender, también
te enseña a superar miedos, a ser más tolerante, pero para ello también hay que
ser buen espectador.
Observar siempre viene bien, al menos para examinar
serenamente los nuevos tiempos que cada generación construye por mera
revolución innata. En un momento en que el mundo navega entre la congoja y la
desesperación, conviene imaginarse otros aires, otras tierras, e inclusive otros mares. En consecuencia, me
alegra que el Día Marítimo 2015, que se celebra el 24 de septiembre, incida en
el espectro más amplio de la educación y
formación marítima, ya no sólo para mantener las ruedas del comercio mundial en
marcha, sino para abrir los ojos también del pensamiento. El mar, por su
naturaleza, estaría manso si los vientos no lo avivaran. De igual modo, el
pueblo estaría pacífico si los oradores trazasen rutas que no agitasen. Pero
como esto no es así, requerimos templar el alma desde el conocimiento, sabiendo
que ninguna noción puede ir más allá de la experiencia del viaje.
Si importante es el mar para viajar, no menos significativo
es cualquier medio terrestre o aéreo. Precisamente, este año 2015, el Día
Mundial del Turismo (27 de septiembre), pone de relieve su potencial en
beneficio del desarrollo socioeconómico. Sin duda, con más de mil millones de
turistas internacionales viajando por el mundo todos los años, este tipo de
exploración en movimiento se ha convertido en una poderosa fuerza
transformadora, con una influencia decisiva en la vida de millones de
ciudadanos. En el momento actual, en el que se advierte una diversificación en
los destinos, cualquier lugar del planeta se torna en un lugar de encuentros de
culturas y cultos. Con razón, el sector turístico parece como una de las
opciones más viables y sostenibles para reducir el nivel de penuria de las
áreas más desalentadas. Si se desarrolla adecuadamente, más como encuentro que
como negocio, facilitará el desarrollo inclusivo mediante el entendimiento
multicultural, pero también elevará la conciencia de las gentes de preservar el
patrimonio cultural y natural del paraíso a descubrir.
Ahora que el mundo se dispone a ratificar una nueva agenda
de desarrollo sostenible, sería bueno reconocer nuestra capacidad de movimiento
en un mundo global, generador de puestos de trabajo, pero igualmente causante
de un uso adecuado de los diversos hábitats marinos o terrestres. Por tanto,
entiendo que viajar es un buen modo de instruirse, y además un activo
fundamental de cooperación en el desarrollo, siempre que dicho turismo se
armonice con la comunidad que les acoge, con su medio ambiente, con sus formas
tradicionales y culturales, con su patrimonio y sus estilos de vida. Tan
sustancial como avivar la cultura de la amabilidad por todas partes, es
intensificar el acogimiento de la persona o familia que llega. Un pueblo
hospitalario, no sólo deja a los turistas que caminen, procura el encuentro, el
respeto y la comprensión mutua. Ahora bien, también hay un mercado libre y
amoral que no hace nada, o hace bien poco, por aminorar el vergonzoso turismo
sexual, que lo que hace es retrocedernos a servidumbres de otro tiempo.
Efectivamente, hay una cultura consumista que considera a
los seres humanos como auténticos objetos de deseo, poniendo de relieve que hay
un turismo que nos degrada tanto al turista como a la comunidad que lo acoge.
En consecuencia, es preciso hacer todo lo posible para que este tipo de periplo
no llegue a ser, en ningún caso, una manera más de explotación o de servilismo,
de esclavitud en definitiva, sino que sea la ocasión propicia para un
intercambio de experiencias y un diálogo fructífero entre las diversas
civilizaciones. En vez de encerrarse cada uno en su propio entorno, es bueno
verificar modos de pensar y de vivir diversos. Me refiero a ese turismo
solidario, fundado en la participación de todos, lo que facilita la comprensión
entre individuos y naciones, y por ende, constituye una oportunidad para
realizar un futuro en armonía, a través de la conciliación de sentimientos y de
la reconciliación de actitudes. Es verdad que el turismo, por tanto, es algo
más que llegar a un destino, tiene un alcance de concurrencia, de ahí la
importancia de elegir zonas respetuosas con las personas y su medio.
Desde luego, uno de los mejores legados que podemos dejar a
las generaciones futuras, es la cuestión de derribar fronteras y poder viajar
de acá para allá, por aquello de converger en las ideas o al menos intercambiar
pareceres. Considero, pues, fundamental el desarme y cobijar otra cultura más
reconciliada con nuestra propia existencia. Ciertamente, más de la mitad de la
población mundial vive en países que poseen armamento nuclear o forman parte de
alianzas nucleares. Justamente, el día 26
de septiembre, tenemos una nueva llamada, por parte de Naciones Unidas,
al abandono de las armas nucleares, con la celebración de su Día Internacional.
En la actualidad, más de la mitad de la población mundial
vive en países que poseen armamento nuclear o forman parte de alianzas
nucleares. A pesar de la creciente preocupación mundial por las catastróficas
consecuencias del uso de tan solo un arma nuclear -ni que decir tiene las de
una guerra nuclear regional o global-, existen unas 17.000 armas nucleares en
el mundo. A fecha de 2015, -según Naciones Unidas-, no se ha destruido
físicamente ni un solo artefacto nuclear de conformidad con ningún tratado,
bilateral o multilateral, y tampoco hay negociaciones en marcha sobre esta
cuestión. Sería saludable recapacitar sobre todo esto, y pensar que el mundo ha
sido creado, no para ser un campo de batalla, sino para ser recreado por todos
los moradores del planeta.
En efecto, deberíamos desarmarnos más y comprendernos mejor.
Muchas de las situaciones de violencia que se sufren y se viven a diario tienen
su origen en la incomprensión, en la falta de acuerdos, e incluso en el rechazo
de los valores y la identidad de las culturas ajenas. Es bueno, por tanto,
conocerse, reconocer la identidad de cada persona o grupo, para que la
convivencia pueda mejorar. En consecuencia, no sólo es necesario evitar la
tentación de encerrarse en un "paraíso feliz", aislándose del resto
de la ciudadanía; sino que también hemos de escapar de nuestra posición de
privilegio, para poder compartir sus sueños con los nuestros, y así poder
frenar luchas innecesarias. Desde luego, el bienestar de unos pocos aventajados
en la opulencia no puede conseguirse en detrimento de la calidad de vida de muchos
otros. Hay tantas cosas que pueden ser
evitables que es hora de la acción, de organizar un mundo para todos y de
restaurar la dignidad humana, tan
abandonada en ocasiones, sobre todo en los planes de globalización. Viajar,
naturalmente, es un modo de hacer para poder rectificar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario