Recordar para hacer balance; vivir para esperanzarse
Víctor Corcoba Herrero
El momento actual invita a bucear por los recuerdos, pero
también a vivir para esperanzarse. Contrariamente a lo que nos pueda parecer es
bueno recordar, cuando menos para no repetir errores de nuestra historia.
También es saludable para seguir viviendo, con más alma que cuerpo, hacerlo
despierto; sobre todo, para poder defendernos de las torpezas que nos podamos
encontrar en el camino. Es la falta de ilusiones lo que nos hunde; porque la
propia vida es eso mismo, un caer y un volver a renacerse. Claro que cuesta
levantar el ánimo y no dejarse abatir por una realidad fermentada por las
guerras y el sufrimiento. A veces pienso, que más que una leyenda somos un
camino, pues cuando busco en mi memoria, siempre me hallo con aquellas
vivencias, que casi nunca me dieron fortuna alguna, pero que sí me sirvieron
como alas para levantar el vuelo, o si quieren para cambiar de actitud.
Ciertamente, las actitudes son más importantes que las
aptitudes, por aquello de que nuestro modo y manera de ser, y máxime cuando se
trabaja en conjunto, es lo que nos permite avanzar como humanidad,
humanizándonos cada día un poco más. He aquí un claro testimonio esperanzador,
el que Naciones Unidas recuerda en su setenta aniversario, el esfuerzo global
para acabar con el Ébola, la unidad de todos los Estados miembros para invertir
en el futuro de nuestro planeta adoptando unánimemente la Agenda para el Desarrollo
Sostenible con el fin de erradicar la pobreza y el histórico Acuerdo de París,
con el que juntos lucharemos contra el cambio climático. Desde luego, tan
importante como responder a las necesidades de las personas es cuidar y
proteger nuestro exclusivo hábitat como bien colectivo. Es público y notorio,
que muchos de los problemas actuales ya tienen que ver con el agotamiento de
los recursos naturales.
Sin ir más lejos, algo tan básico como el agua potable y
limpia, indispensable para todo ser vivo, se viene deteriorando, hasta el punto
que, algunos estudios, han alertado sobre la posibilidad de sufrir una escasez
aguda dentro de pocas décadas. Esto nos indica que hemos de ser más cuidadosos
y derrochar menos, cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de
la gravedad de estas conductas en un contexto de gran dejadez. Por eso, elogio
la labor de la Comunidad española, ubicada en Granada, de Regantes de las
Acequias y Aguas de los lugares de la Villa de Lanjarón, con la edición del libro
"El hombre y el agua", cuyo autor Baltasar Estévez Rodriguez, nos
adentra en el desarrollo de la actividad tradicional de las acequias y su
inclusión en el tejido productivo como un recurso turístico más, de recreación
y respeto, utilizando sus caminos adyacentes a modo de senderos. Está visto,
que conociendo nuestro hábitat no alimentaremos los vicios autodestructivos,
intentando no verlos o no queriéndolos ver.
En efecto, es importante echar una mirada retrospectiva,
además de mirar alrededor a las cosas nuevas que nos circundan, para poder
interpelar nuestra imaginación y creatividad, sin obviar nuestra
responsabilidad en los acontecimientos. Por desgracia, ahí queda en nuestra
retina las inquietantes imágenes como la del cuerpo sin vida de un pequeño a la
orilla del mar que simbolizó la difícil situación de miles de millones de
refugiados, o las de personas en París, Beirut y Nairobi huyendo de ataques
terroristas, o las de países arruinados por batallas incesantes. En cualquier
caso, frente a los sentimientos xenófobos que han surgido, recordemos que más
de un millón de personas huyeron a Europa en 2015 por conflictos, pobreza y
represión; una cifra sin precedentes, va siendo fundamental reconocer la
contribución positiva que hacen estas gentes en los pueblos en los que viven.
Sin duda, la migración, como éxodo que irá en aumento, debe ser legal y segura
para todos, tanto para los inmigrantes como para los países que los acogen.
A propósito, se me ocurre pensar en lo que decía ´la
inolvidable estadista y política hindú, Indira Gandhi, en cuanto a ser de mente
abierta y de corazón bondadoso, puesto que "con el puño cerrado no se
puede intercambiar un apretón de manos". Es verdad, en los momentos
dificultosos de la existencia nuestra, y el actual no es distinta de los
anteriores momentos de la existencia humana, no se debe encerrar uno a sí
mismo, la actitud correcta es hacer pausas y recapacitar, no vivir
alocadamente, sino más bien la de intentar enmendarse, sabiendo que todos
necesitamos de todos. En ocasiones, será cuestión de adaptarnos a la nueva
realidad, por eso hay que estar abiertos a la novedad; otras veces, para no
privarse de la esperanza, deberemos
mostrar una apertura de diálogo constructivo, de respeto y responsabilidad.
Indudablemente, cuánto más se pone uno al servicio de los demás, más libre se
siente uno y más alcance comprensivo tiene. Sea como fuere, cualquier ser
humano no puede perder de vista el sentido profundo de su caminar y necesitará
recuperar, en cada instante, la esperanza. Al fin y al cabo, lo que nos une es
el camino de los días, cada cual con su específica identidad, que no hay porque
esconderla o encubrirla, con el coraje preciso de la buena voluntad como
semilla de fraternidad o, el mismo pensamiento, como semilla de acción.
A los seres humanos, verdaderamente, nos encanta recrearnos
y nos crecemos. Así surge la ciencia o el arte. Sabemos, también, que en una
simiente el grano es lo importante junto a unas condiciones favorables para
mejorar el fruto. Y así, no son las malas hierbas las que ahogan la buena
planta, sino la negligencia del agricultor que no acude en el momento preciso.
Todo tiene su instante en esta vida y, también, todo pasa. Ahora iniciado el
2016, nos queda todo un campo de labranza para llevar a buen término. Pongamos
las mejores actitudes para reconducirnos como una potencialidad armonizada que
es lo que enriquece a la familia humana. El orbe del año nuevo será mejor si
todos nos implicamos, con espíritu constructivo y solidario, en lo que vemos o
abrazamos. A mi juicio, requerimos de una solidaridad universalizada, o de
naciente corazón globalizado.
Precisamente, Baltasar Estévez, en su libro "El hombre
y el agua", nos insta a reflexionar: "Si observamos la cuenca del río
Lanjarón, tenemos que estar de acuerdo en que no se parece en nada,
desgraciadamente, a la verde imagen del siglo XIX y la primera mitad del siglo
pasado, que tantas alabanzas recibió de personajes ilustres que nos visitaron
aquellos años". La humanidad, a poco que se afane, aún posee la capacidad
de cambio para que renazcan tantos paraísos perdidos. Todo ha de desarrollarse
con más sintonía ética, que ha de llevarnos a recapacitar sobre ciertas
actitudes sin alma que hoy siguen rigiendo el planeta, y que van en detrimento
del propio ser humano. Por ello, debemos trazar otro estilo de vida que
comience por fomentar la alianza entre los moradores y el ambiente. Todo está
interconectado, y esto nos invita a madurar sobre una desprendida poética en
lugar de una interesada política, o si prefieren una donación intergeneracional
más comunicativa y hospitalaria.
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