Algo más que palabras
Oda a las semillas que son el alma de nuestra vida
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Así como el pensamiento es la semilla de la acción, las
legumbres es la poética que nos asegura la savia. De ahí, la necesidad de
redescubrirnos cada nuevo amanecer, que lo importante no es la nube que nos
trae el agua, sino el sol que nos atiza el alma y nos despierta los sentidos.
Somos hijos de las sorpresas y nos entusiasma maravillarnos ante cualquier
sensación física o mental. A veces, pienso, que lo asombroso no es el árbol que
nos da sombra, sino el fruto y sus simientes, que al contacto con la tierra
multiplicará la arboleda de los anhelos. ¿Qué son las quimeras sino abecedarios
rescatados del tiempo?. Por eso, lector amigo, nunca desistas de una utopía que
la paciencia todo lo alcanza. El secreto de las fantasías es que son una
ilusión; es más, quizás no exista nada más que una esperanza, porque hasta el
mismo yo es un instante entre lo preciso y la añoranza. "Que toda la vida
es sueño, y los sueños, sueños son", decía Calderón de la Barca. Y,
ciertamente, de este modo el prodigio de la creación, naciente de un verbo, da
pie a un innato entusiasmo aún más edénico: la recreación.
Precisamente, meditaba yo días pasados después de beberme
horas en soledad, sobre la novedad de nacer cada año, cada día, cada momento, a
este camino en el que nos ponemos tantas trampas unos a otros, obviando que
somos de idéntico germen o tronco, y que no podemos seguir adelante sino vamos
juntos. Nadie puede adueñarse de nadie, porque nada somos sin los demás. En
consecuencia, cuesta entender que perduren las desigualdades y el hambre, ya
sea de amor o de pan. Con respecto al ansia de pan, y observando que los
cultivos leguminosos como las lentejas, los frijoles, las arvejas y los
garbanzos, son una fuente esencial de proteínas y aminoácidos de origen vegetal
para la población de todo el mundo, así como un manantial proteico de origen
vegetal para los animales, me llena de alegría saber que Naciones Unidas haya
declarado este año 2016, como el Año Internacional de las Legumbres, quizás
para centrarnos la atención en la función que desempeñan estas semillas como
parte de la producción sostenible de alimentos orientada a la seguridad
alimentaria y a la nutrición de toda especie; teniendo en cuenta, además, que
tienen la propiedad de fijar el nitrógeno, lo que evidentemente ha de
contribuir a incrementar la fertilidad del suelo, suministrando efectos
positivos en el medio ambiente. Lo mismo sucede con el deseo de amor, tan
necesario para vivir. Quien no se siente amado no puede sentirse vivido. Y esto
es muy grave, gravísimo.
Es cierto, nuestra presencia es como un baúl inmenso de
semillas, como un arca grandiosa de ojos azules claros lleno de posibilidades,
en el que todos estamos llamados a ser constructores. Y así, cuando nuestra
mirada se abre a la magnificencia del cosmos, es verdad que suscita en nosotros
emociones inenarrables. Así surgen los diversos dones, el del arte o el de la
ciencia, colocado en sintonía con la causa creativa de la lucidez, como
realización de un designio de luz que está impreso en cada ser humano y que
hace que nos reconozcamos como seres pensantes, subrayando repetidamente la
belleza y la bondad de cada cosa, como lenguaje a cultivar y a dejarse cautivar
por él. No seamos, pues, destructores. Esto nos deshumaniza el ambiente y nos
torna inmorales, hasta el punto de degradarnos como meros objetos de deseo o de
mercado. Si en verdad queremos ser simiente, hemos de despoblarnos de estas
mundanas miserias y seguir un camino de ascesis, donde alma y cuerpo cohabiten
sin conflicto, de renuncia a los contaminantes que nos dejan sin sentimientos,
de purificación y recuperación, para atesorar un corazón armónico.
Convencido de que lo conciliador es más que un sentimiento,
es una manera de crecer, de madurar para el reencuentro de unos y de otros, y
así, poder enraizarse con lo verdaderamente trascendente. Por tanto, cuesta
entender, que la humanidad se discrimine a sí misma, se fraccione,
fragmentándose en el absurdo, como es mantener una inhumana pobreza, en la que
se niega a su semejante, que podíamos ser cualquiera de nosotros, los bienes
esenciales para una vida digna. Qué lejos queda aquello de que los humanos
vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes
y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Qué pena se haya
perdido esta semilla bondadosa, y en el invento de la solidaridad, hayamos
construido hasta un negocio de intereses y subsistencias. La confusión es tal,
que hasta a los pudientes les interesa que cohabiten pobres en el mundo, para
que estén en su manos, a su antojo y capricho. Esta es la bochornosa realidad
que nos priva de ser hasta nosotros mismos los que caminamos. Evalúo, pues, que
urge activar las fuerzas espirituales, para cuando menos abrir la inteligencia
y la voluntad a las exigencias del bien colectivo.
Con este fundamento, enhebro esta oda a las auténticas y
bondadosas semillas que son el alma de nuestra vida, y que va más allá de una
concepción materialista del ser humano, pensando que vive tan sólo de pan,
cuando en realidad si importantes son los alimentos para la subsistencia, no
deja de ser vital el acompañamiento del análogo en el camino, la conjunción de
pujanzas morales que revitalicen nuestros interiores. Ante esta falta de
humanidad, a la que nos han adoctrinado principalmente los poderosos, ansiosos
de tener siempre gente a su servicio, considero que el linaje tiene una falta
de formación del corazón. Verdaderamente, caminamos como analfabetos, a lomos
de este infierno mundano que nos deja, en demasiadas ocasiones, hasta sin aire
para regocijo del poder. Por consiguiente, debiéramos ser guías luminosos en un
mundo tan desesperado y, en tantas ocasiones, desesperanzado para vivir y
actuar. Olvidamos que el amor es posible, y cada uno de nosotros podemos
ponerlo en práctica, a poco que nos dejemos transformar por el alma que es, sin
duda, por ello: aquello por lo que existimos, concebimos y recapacitamos.
Por desgracia, hasta los enamorados se han acostumbrado a
llamarse "mi vida", en lugar de tu alma, que es como más necesario
poseer como razón de complementariedad y hasta más eterno. Al igual que las organizaciones de la salud de
todo el mundo recomiendan la ingesta de legumbres como parte de una dieta
saludable para combatir la obesidad, así como para prevenir y ayudar a
controlar enfermedades crónicas como la diabetes, las afecciones coronarias y
el cáncer; igualmente, debemos reconsiderar el auténtico amor como liberación
del ser humano, rescatándolo de la tormenta de una crisis socializada y
enfermiza, que solo entiende de sistemas productivos deshumanizadores y de
competencias inútiles. Lo que es el alma en el cuerpo, esto es lo que han de
ser los caminantes en el camino. Un espíritu sano, o lo que es lo mismo, una
semilla benéfica, es lo más hermoso que el cielo puede injertarnos para hacer
feliz este pobre planeta nuestro. Recuerden, al fin, que hasta un niño cuando
despedaza un muñeco, parece que anda buscando la esencia, o sea, su propia
sustancia. Y es que una existencia se nos ha dado, ya no solo para coexistir, también
para ser semilla, nuez viva y sana, que es lo que verdaderamente nos da sentido
a perdurar.
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