Un incesante regreso a recomenzar
“La leyenda del mundo se surte de aquello que hubiera sido
evitable”
La historia nos pertenece, pero despojémonos de aquellos
guiones de terror, no los repitamos jamás. Tenemos que aprender del camino
recorrido. La lección de los hechos formará parte de los sentimientos, del
guión de las vivencias, de nuestra propia continuidad como linaje, pero hemos
de mejorar cada día y no repetir atrocidades que nos destruyen a todos. Esta es
la gran asignatura pendiente, la de ser continuadores de la especie, enmendando
los errores y transformándonos en seres con más corazón que coraza. De ahí, lo
transcendente que son los archivos audiovisuales, verdaderos tratados vivientes
de nuestra casa común. Precisamente, ahora, que celebramos el Día Mundial del
Patrimonio Audiovisual (27 de octubre), ha de ser una ocasión propicia, ya no
solo para preservarlo, sino también para compartirlo, pues son la libre
circulación de las ideas mediante la palabra y la imagen, las que han de
despertarnos por dentro y hacernos más libres y auténticos; en la medida en la
que son estampas vivenciales para la reflexión y la continuidad de la
conciencia humana.
En efecto, cada generación lleva consigo, un incesante
regreso a recomenzar, a volver a empezar los andares, pero olvidar sus raíces
sería como despojarse de nuestro ser, puesto que necesitamos hacer memoria,
sentirnos parte de ese tronco común. La vida se enraíza con el pasado, y es
verdad que tiene su recorrido, pero es fundamental recordar el bien recibido
con la gratitud de la bondad. Sin esta evocación nos desarraigamos del terreno
que nos sustenta y seremos como títeres llevados por el viento, siempre
perdidos, desorientados, y sin apoyo alguno. La soledad impuesta así, o tomada
de este modo, nos deja sin historia, cuando lo que necesitan nuestras
habitaciones interiores son sentirse acompañadas por el respirar de su pueblo.
En ese memorial de luces y sombras, el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual;
indudablemente, ha de contribuir con su papel documental a la meditación más
profunda, que es la que en verdad nos reconcilia en la construcción de los
baluartes armónicos en la mente de cada ser humano. Por consiguiente, estas
onomásticas no pueden pasar desapercibidas, rememorarlas es darnos permanencia
y también prolongación. No trunquemos líneas ni saltemos espacios. El
endiosamiento nos deja sin porvenir.
Nuestro específico patrimonio documental, lo que registra es
el desarrollo de lo que soy, en cuanto a pensamiento y a los acontecimientos
humanos, la evolución y la comprensión del mundo. Por desgracia, vivimos una
época de gran orfandad, de ruptura de vínculos y de falta de afectos. En
ocasiones, son tantas las decepciones recibidas que nos quedamos sin verso, y
ausente la palabra de nuestras vidas, no hay abecedario que nos inste a
comenzar de nuevo. Una vez, perdida la esperanza es como quedarse muerto en
medio del camino. De ahí, lo importante que es regenerarse cada día, tomar
aliento, hacer memoria de lo que fui y de lo que somos, repensarnos y hasta tal
vez despojarnos de esa permanente negatividad que aparece muchas veces en
nuestras venas. Hay que tomar fuerza de donde sea, y pensar que nada se
consigue por sí mismos. Más allá de nuestras propias bocas que necesitan
alimentarse, están los labios del alma que nos requieren otro espíritu más
poéticamente celeste que mundano. Quizás sea el momento, de que mostremos
compañía hacia aquellos que dormitan en el sueño de la indiferencia, que además
no tienen trabajo y tampoco fuerzas para levantarse al romper el alba.
Pensemos, que la leyenda del mundo se surte de aquello que hubiera sido evitable.
Volvamos, pues, a esa continua historia de registros, de
sonidos y representaciones visuales, ahora digitalizados. Dejemos que nuestra
conciencia se sorprenda de nuestros propios capítulos históricos. Por
consiguiente, este Día Mundial nos ofrece la ocasión de redoblar nuestras
energías en favor de esta riqueza audiovisual común, que forma parte de nuestra
historia compartida, y que, sin duda, nos hará bien al ánimo para sanarnos
interiormente. No olvidemos que suelen ser los pequeños resentimientos los que
destruyen la concordia. Dejemos atrás las luchas entre nosotros. Es hora de
cultivar otras batallas más solidarias y fraternas. Téngase en cuenta que las
epidemias, por sí mismas, también han tenido más influjo que los gobiernos en
el devenir de nuestra historia. António Guterres acaba de recordarnos
recientemente que en “un mundo de abundancia, es inconcebible que cientos de
millones de personas se acuesten cada noche con hambre” y recalcó que a esa
cifra hay que añadirle a la gente que se encuentra “en el abismo de la hambruna
debido a la pandemia de COVID-19”. En consecuencia, ya que estamos
interconectados visualmente, demos otro paso hacia adelante, lo que nos
requiere otras ocupaciones y preocupaciones, comenzado por hacer familia y
sentirse parte de ella, y acabando por mejorar los ambientes con amor sincero,
que es lo que en realidad nos hace comprometernos ante los problemas de los
demás, que también son contrariedades nuestras. Este sueño de futuro, también
me emociona más, que la propia historia del pasado.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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