Reivindico una movilidad libre en el pensamiento
Ante un mundo en permanente cambio, tenemos que reafirmar la
importancia de una movilidad libre en el pensamiento crítico, sobre todo para
enhebrar los más nítidos horizontes, en vista a que nos permitan convivir todas
las culturas con sus variadas singularidades. Indudablemente, es un acto
creador y una actitud creativa, tan necesaria como el aire que respiramos, si
en verdad optamos a que se disuelvan las ideologías, que tanto nos distancian
unos de otros, y así poder ganar terreno en la práctica del diálogo mediante el
cual nos abrimos a la diversidad de opiniones y a la multiplicidad de
perspectivas. Actuando, de este modo, será cómo avancemos en el respeto de los
derechos humanos. Estoy convencido que cuando la universalidad de la autentica
palabra toma consistencia de vida, por supuesto germinada desde un pensamiento
libre, los seres humanos ganan raciocinio, acrecentando su razón de ser, pues
son la fuerza de los razonamientos lo que permanece en cada época.
Somos pensamiento, pero no ideología, por eso reivindico una
movilidad libre en las ideas, para descomponer las absurdas ideologías que nos
encandilan, a pesar de que nos impiden reflexionar libremente. Se corre el
riego de hacer del ciudadano un seguidor de una actitud ideológica en lugar de
un ciudadano abierto al mundo. Son precisamente estos modos rígidos y cerrados,
los que desencadenan incomprensiones, activando la desunión en un mundo global.
Estos ideólogos son hostiles y desleales, son personas contaminadas por la
soberbia, manchadas por la contrariedad y poco transparentes. De ahí la
invitación concluyente a pensar y a repensar por una ciudadanía más integrada e
integradora, sabiendo que cada uno de nosotros tiene el poder y la
responsabilidad de ayudar en la creación de un mundo más humanizado. Según
Naciones Unidas, más de cien millones de personas necesitan en estos momentos
asistencia humanitaria para sobrevivir. En consecuencia, debemos alentarnos
unos a otros, despojados de toda clave ideológica, y así, poder
solidarizándonos con las gentes más vulnerables como auténticas familias. La
misma dignidad humana no es sólo garantizada por las instituciones públicas,
sino que comienza por la experiencia de sentirnos amados, de crecer junto a
corrientes libres de intereses.
Los acontecimientos actuales, de un mundo tan convulso como
corrompido, nos hace requerir al retorno
del pensamiento mismo de cada cual, o sea, a la plena verdad injertada en la
conciencia de toda vida, y por ende, de toda cultura. La ideologías impuestas
son absurdas, aparte de generar una falsa conciencia, que acaban por degradarlo
todo a su antojo, desde el medio ambiente a sus moradores, despojan al
individuo de su libertad, adoctrinándolo a su capricho como una masa
manipulable. Por ello, en un contexto como el actual, es necesario un atento
discernimiento y un constante meditar para huir de cualquier pensamiento débil,
uniforme y homogéneo. Ciertamente, sin pensamiento y sin libertad, dejamos de
ser personas para ser masa, y hasta los pueblos con sus identidades dejan de
serlo para convertirse en aglomeración. Por consiguiente, no nos dejemos robar
nuestro propio espíritu pensante, somos como somos, y el pensamiento no se
impone. Cada cual propone el suyo, sea hombre o mujer, y desde esa
complementariedad de géneros, es como ha de remarcarse el bien colectivo, que
no es una suma de intereses ideológicos, sino un pasar de lo que es bueno para
mí, es bueno para todos, es decir, para ese pueblo y para esa humanidad de
metas comunes y de valores compartidos.
La mundialización, la actividad humana, la misma acción
ciudadana, se ha convertido en el principal factor de cambio, Nada nos es
ajeno, ni nadie. Bajo este techo de pluralidad, ni que decir tiene que hay que
desterrar toda exclusión, mediante el respeto más escrupuloso hacia la
ciudadanía y el intercambio de reflexiones más genuino. Desde luego, dadas las
múltiples fracturas que padecemos, lo que se precisa es dar rienda suelda a
este potencial pensativo, que todos llevamos consigo a través de la mente, y
que desempeña un papel irremplazable para recapacitar alrededor de un mundo
heterogéneo, pero un mundo apasionante. Siempre es oportuno actuar en pos de la
dignidad humana y de los espacios armónicos. Al fin y al cabo, la verdad no
está de parte de quien vocifere más, sino de quien medite hondamente y se
exprese mejor. Pensemos en esto. Todavía pensar está libre de tributos, menos
mal.
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