lunes, 17 de agosto de 2015

En “Nación Criminal”, Héctor Domínguez Ruvalcaba exhibe a estado, criminales y sociedad como cómplices

  • Exhibe la incongruencia entre la ley y la cultura política que se basa en relaciones criminales al margen de la misma ley para sostener el poder y que el crimen y la violencia son temas constantes en la literatura mexicana desde tiempos remotos y no sólo un producto del neoliberalismo



Pachuca de Soto, Hgo.- El doctor Héctor Domínguez Ruvalcaba, académico de la Universidad de Texas, en Austin y autor de “Nación Criminal”, libro editado por Planeta —bajo el sello Ariel—, que presentará en la Feria Universitaria del Libro (FUL 2015) el sábado 29 de agosto, asegura que “la criminalidad en nuestro país sólo es una muestra de la incompetencia del Estado para ejercer mecanismos eficientes y eficaces de contención social”, y con ese abordaje se adentra en el análisis sin concesiones en la historia del ejercicio del crimen, la brutalidad y la crueldad en nuestro país.

El especialista en Estudios Fronterizos en Arte, Literatura y Cine y, además, profesor de Literatura Latinoamericana en Estudios Culturales y Cultura Queer, explica que a través de años de exploración e investigación de la conducta y de las relaciones sociales en situaciones límite como son los actos de violencia extrema, se ha encontrado con que “ la ruptura del cuerpo, la vandalización y banalización de la existencia del ‘otro’ se han convertido en la evidencia de que el deseo social tiene una severa diferencia con respecto a la aplicación de la Ley. La violencia se ha convertido en una forma de contención social y también de rebelión en la que están en juego la masculinidad, los cuerpos rotos o las muertes anónimas. El libro expresa los cómos de un mundo que narra la corporeidad de la violencia. La irrupción abrupta y destructiva en el cuerpo del otro es el signo del crimen a lo largo y ancho del país”.

Tras un largo análisis de la literatura, la cinematografía y la plástica como expresiones e imagen de la realidad social, en películas de narcos, literatura del narco, plástica de la violencia, sitios web del narco ya en el siglo XX o, yéndose al siglo XIX, la literatura de Manuel Payno con “Los bandidos de Río Frío” o de Ignacio Manuel Altamirano, con “El Zarco”, ahí se refleja la función social del crimen en México.

Como resultado de tal análisis, el autor explica: “Lo que hago en este libro es una especie de historia cultural de la irrupción corrupta del Estado desde la época de la Independencia; una relación violenta desde la época que antecede al movimiento independentista; con esto estoy diciendo que este sistema actual de violencia y crimen no es producto del neoliberalismo, ni de los noventas, sino que está más arraigado; estoy hablando de una cultura política que descansa en la violencia para poder sostenerse. El poder político en México ha tenido mucho respaldo de las bandas criminales”.

El libro que presentará en la FUL manifiesta también que, asegura su autor, “tenemos una cultura política que descansa en la violación de la ley para poder contenerla; el poder político ha tenido mucho respaldo de las bandas criminales de las que han hecho uso en partidas, francotiradores, asesinos solitarios, golpeadores o, lo que tenemos ahora, sicarios y narcos. Poseemos una cultura política que no se ha fundado como una cultura legal sino en estas relaciones corruptas, luego entonces debemos enfocar nuestros esfuerzos ciudadanos en desmantelar tales relaciones corruptas”.

Ante la inconsistencia cultural y política de nuestra sociedad, Héctor Domínguez Ruvalcaba, añade: “No hemos podido lograr una coincidencia entre Ley y el deseo social, ya lo decía Samuel Ramos desde los años 30’s. Nosotros hemos importado leyes fabulosas, de un gran avance social; por leyes no paramos, tenemos las mejores leyes del mundo, somos un país de vanguardia, por ejemplo, en Derechos Humanos; signamos y aceptamos todas las leyes y acuerdos internacionales, no obstante el problema no es tanto la letra de la ley, sino nuestra actitud como sociedad ante la ley”.

El experto no se limita a buscar culpables en las cúpulas del crimen y de la política, sino que dice que en su libro se ve como el hombre común es cómplice de hecho u omisión: “No solamente hablo de los políticos, porque ellos son, después de todo, reflejo de lo que somos como sociedad, sino de todos esos miniactos de corrupción: minifraudes, minichantajes; rupturas constante de la ley. Entonces miramos a las grandes organizaciones criminales con indignación cuando nosotros mismos hemos estado quebrando la ley y así educamos”, manifiesta con desaliento el autor.

Y la finalidad de “Nación Criminal”, tras esa revisión exhaustiva, acuciosa y académica, es que “la crítica no vaya sólo contra los políticos y los criminales sino contra esa sociedad civil que lo tolera. Y no sólo lo tolera, sino que lo practica. Justamente el último capítulo se refiere a una reflexión ética, la crueldad, el exceso de violencia o de ruptura del orden es el acicate, es una llamada de atención a la sociedad para tomar en serio esta falta de ética que nosotros compartimos. Somos cómplices de una manera de ser que se vanagloria de quebrar la Ley. Por eso digo que la criminalidad es a la vez rebelión y contención social”.

El doctor Domínguez Ruvalcaba entonces pone de manifiesto a México como un país en el que el crimen se imprime en representaciones nocivas de masculinidad, en cuerpos rotos, en muertos anónimos y borrados de la memoria; en asesinatos de género o de odio y otras violencias. Una realidad que relativiza y a la vez hace la narrativa de la corporeidad de la violencia.

El también autor de estudios que han dado a origen a libros como “La modernidad y la nación en las representaciones de la masculinidad”; “La modernidad abyecta. Formación del discurso homosexual en Hispanoamérica”, y en coautoría con Patricia Ravelo el “Desmantelamiento de la ciudadanía. Políticas del terror en la frontera norte”, quiere expresar en “Nación Criminal” que “en grandes áreas del país estamos tocando fondo y es ahí donde empieza esa revisión de lo moral; ese preguntarse qué estamos haciendo, para desde ahí empezar un proceso de transformación, a raíz de ver esa multiplicación de la crueldad; y dónde se está levantando una conciencia ética, cómo se están despertando actividades comunitarias encaminadas a reorientar a los jóvenes en los derechos humanos, a través de la música, del Hip-Hop, y otras expresiones comunitarias que transformen la mentalidad. No quiero dejar yo un nada se puede hacer, ni una visión fatalista”, dice Domínguez Ruvalcaba.

Y en su libro expone ejemplos edificantes que pueden replicarse: “Es necesario tener un aliciente moral; que también que se vean esas pequeñas expresiones en las que se están programando nuevas formas de estructuración social y moral justamente donde la violencia fue especialmente cruel, como en Cd. Juárez Yo quiero plantear esa reflexión, una gran actividad creativa, concebir una nueva ética social, es la comunidad, son los artistas, los intelectuales emanados de la misma sociedad”, concluye el académico.

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