El verbo en su virtud de verso
(Su conjugación mística nos conduce y custodia)
I.-NADIE ES POR SÍ MISMO NADA
Por sí mismo nadie es nada, con los demás sí que florecemos.
Igual que no hay veredas sin verso, tampoco pasaje sin
pulso.
Precisamos enterrar en vida las piedras espigadas por el
alma.
Hemos de nacer en cada paso, tras su pausa hemos de renacer,
unidos siempre al tejido de nuestros propios lazos
ancestrales.
Sus incorpóreas cepas nos protegen, sostienen y reconducen.
En la poesía que hemos de habitar todo ha de ser
inspiración.
Cada cual ha de ganarse su parte y celebrarla con la
eternidad.
La conexión de latidos unos con otros, cohesiona con el
amor,
entronca con la palabra del Creador, emparienta con el amar.
Esta corriente vivificante de unidad nos agranda en el
querer,
cada uno por su camino y nuestro Dios por la senda de todos,
a la espera de poder ceñirnos y dar luz al himno más hondo,
a ese cántico espiritual al que todos estamos llamados a
ser,
cantautores de la pureza, autores para ascender en la
belleza.
II.- NUESTRA MISIÓN ES POETIZAR
Para ser poetas no es necesario ser algo, sino alguien en
calma,
cualquiera con corazón, sin coraza, que sienta aguas adentro,
y sea capaz de soltar lágrimas en silencio y de verter
sonrisas,
ocupándose menos de su posesión, preocupándose mucho más
de aquellos que transitan a su proximidad y que requieren
sostén.
Nos embellecemos al donarnos y al absolver nuestras
miserias,
al dar la savia para oírse bien y ofrecerla en perpetua
gratitud,
al dejar que todo esté visible y accesible a la voz del
hermano,
que nos llama afligido pidiendo alivio, requiriendo del auxilio,
y no entiende nuestra sordera, que nadie se pare a
escucharle.
No hay mejor sintonía que percibirse y verse antes de
conversar,
pues si todos poseemos dos orejas y dos ojos y una sola
lengua,
ha de ser para considerar, que en medio de los malos momentos,
no perdamos la orientación ni abandonemos la senda del amor,
estemos abiertos a esa acción iluminada que nos clarea y
aclara.
III.- CUÁNTO MÁS POESÍA, MENOS PODER
Cuánto más poesía llevemos en los labios, más de Dios
seremos,
más nos avendremos con Cristo a sus deseos de servir
siempre,
de construir, con Él, ese reino místico, ecuánime y sin
jerarquía;
pues existe una sola congoja, la de no ser gloriosos en el verbo,
fiel vocablo que debemos cultivar en todos los tiempos y
edades.
Todo vida requiere de un Dios, de un Cristo que va con
nosotros,
de una familia que se deja acompasar por el pueblo que
camina,
que se hace camino en un cielo de sueños que enhebran
dichas,
tan gozosas como el compartir del despertar con el sol del
alba,
o tan entusiastas como crear un gran poema para eclipsar
penas.
Que el poder inmovilice al poder y la musa movilice a la
mente,
para que no vayamos en pos del poseer sino del abandono de
sí,
porque la misericordia es el corazón palpitante de la
evidencia,
la convicción de que hemos de vivir constantemente
entregados,
a ese ser que no tiene morada y que porta a Jesús en su
mirada.
Víctor Corcoba Herrero
No hay comentarios:
Publicar un comentario