Salvar vidas es una necesidad
“Nos conviene rectificar, huir de la caída,
pero también ir en busca de los que van sin rumbo”
La vida, que por sí misma es la
que dona savia, resulta cada día más difícil mantenerla, sustentarla en un sueño, más bien la hemos convertido los
humanos en un verdadero infierno. Deberíamos tomar otros propósitos, poner en
práctica los buenos deseos, arrimar todos los hombros, ya que la solidaridad es
más necesaria que nunca. La carga de casos por la supervivencia nos desborda.
Mal que nos pese, si la pandemia continúa siendo una grave crisis de salud
pública, las injusticias permanentes que proliferan más que nunca, unido a ese
espíritu corrupto, también nos rompe los horizontes de esperanza en pedazos.
Sin ilusiones, está visto, que todo se debilita. Precisamente, nuestra propia
fragilidad nos está dejando secuelas muy graves. Necesitamos un proyecto para
todos que achique las distancias entre nosotros. Activemos, por tanto, el
cumplimiento de los derechos humanos. De lo contrario, seremos derrotados más
pronto que tarde. De ahí, la importancia de sumar esfuerzos, de hacer fruto con
esa energía conjunta, que nos exige tomar un rumbo común, con nuevos modos y
maneras de vivir; más en pertenencia, más en transparencia, más en familia en
suma.
Pensemos que la vida se hizo para
vivirla, no para permanecer pasivos o darle la espalda. Hoy más que nunca la civilización
necesita hermanarse, salvar el pulso de un pueblo, de unas gentes que cada día
más se desespera. Indudablemente, la pandemia está provocando un incremento de
la demanda de servicios de salud mental. El duelo, el aislamiento, la pérdida
de ingresos y el miedo está generando o agravando trastornos. A propósito, en
la nueva plataforma multimedia de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT), podremos comprobar a través de
“Voces”, historias que nos harán entrar en acción; al menos para hacer realidad,
de una vez por todas, la justicia social y el trabajo decente para todas las
personas. Desfallecer es una manera de matarnos como linaje. La especie debe
dignificarse con la lucha permanente y eso será tan vital en la medida que nos
regeneremos todos los rostros, mediante la suma de todos los rastros cedidos,
obviando fronteras y frentes que nos lapidan por sí mismo.
El sentido de la responsabilidad
en favor de toda existencia, por
minúscula que nos parezca, tiene que ir más allá de tender puentes. Hay que escuchar los gemidos para poder fundirse
los corazones y que puedan crecer, lo que podría llevarnos a una sabiduría que
nos fraternizase, que es lo que realmente se requiere en tiempos de dolor y de
penurias. Está visto que los humanos tenemos que salvarnos por nosotros mismos,
en unidad y en unión, como un todo que se armoniza con la naturaleza, a manera
de ese verso que aspira a ser el latido mejor logrado, la composición más sublime, la luz más nítida y mejor cultivada. Desde
luego, nos conviene rectificar, huir de la caída, pero también ir en busca de
los que van sin rumbo. Lo importante es comprender que nadie se salva solo.
Tampoco podemos continuar en el desánimo. Quizás antes tengamos que superar las
enemistades y volver a cuidarnos unos a otros.
No dejemos a nadie que camina a
nuestro lado en el abandono. Esto es síntoma de una sociedad enferma, miremos
otros modelos que nos insten al encuentro, que se adhieran al amor, solo así
podrán reconstruirse los vínculos que nos hermanan. Puede que tengamos que
generar otros estímulos, ya no solo para mantener las economías en marcha,
posiblemente sea fundamental hallar formas innovadoras de levantar al agotado,
sin otro interés que alimentarnos de lo bueno y ponernos al servicio del bien.
No olvidemos que, en el fondo, todos estamos un poco heridos. No hay otra
salvación que nutrirse de la generosidad del prójimo. Dejemos de ocultarnos en
nuestras propias miserias y salgamos a la calle a reconciliarnos con el mismo
aire que nos resucita. Volvámonos próximos. Practiquemos la actitud comprensiva
del aliento permanente. Hagamos piña.
Son tantas las incógnitas que nos acompañan, empezando por las del coronavirus
y finalizando por ese afán avasallador de algunas gentes, cuando lo que
debiéramos aprender es a vivir juntos en armonía y a caminar en la misma
dirección, que es como se solventan las cuestiones que nos atormentan.
Se trata de favorecer una
autentica asistencia viviente, en la que todos hemos de implicarnos, cada cual
desde su misión de servicio (no de dominación), armonizando el progreso técnico
con el rigor ético, humanizando las relaciones interpersonales, teniendo en
cuenta que todos somos diminutos, pero que coaligados nada se desvanece, todo
perdura, hasta nuestras propias cenizas pueden acabar iluminándose a poco que
dejemos de alimentar nuestro ego y ofrezcamos el corazón por lo demás, que es
lo que en verdad nos renace por dentro.
Ojalá sepamos comportarnos y tomar la orientación debida, pues el ser que
empieza a vivir internamente, también comienza a desvivirse, a no resignarse
jamás, haciendo recuento de lo vivido para conseguir enmendarse, permaneciendo
como Santa Teresa, “de tal suerte que viva quede en la muerte”. Toca amarse, en
suma, para poder amar. No hay otra.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario