¿Con quién conversar?
(La poética del buen conversar,
que se produce de corazón a corazón y que se reproduce con la mirada del verso,
radica en saber escucharse y en ser escuchado)
I.- CON TODO LO QUE ES HUMANO
Todo lo que encierra naturaleza
libera humanidad,
procrea medio ambiente y crea
amenos horizontes,
propaga entusiasmo con las dotes
de dones y cruces,
fructifica los abecedarios y
dulcifica las soledades,
siendo promotores del verbo y
motores de la certeza.
Cada cuerpo humano es por sí
mismo el carruaje,
un carruaje con espíritu de
caminante transitorio,
en busca permanente de un destino
más sublime,
hacia la perfección natural y
sobrenatural del ser,
abierto a la ilusión de los
lenguajes contemplativos.
Tampoco podemos apartar de
nuestra percepción,
el deseo de cultivar y de
corregir el diálogo entre sí,
con los variados y mudables
talantes que éste luce,
pues lo vital es conocerse y
reconocerse en el andar,
que ha de ser tan noble como el
júbilo de la ascesis.
II.- CON EL INTERIOR DE CADA CUAL
Me turba esa existencia en
diálogo con el silencio,
con la prioridad de la vida
interior como centinela,
y la primacía de lo auténtico
como sustento del yo,
que es lo que nos forma y
transforma de verdad,
ansiosos como estamos de
transparencia y amor.
El amor todo lo purifica y
enternece de serenidad,
todo lo ilumina de quietud y lo
alumbra de razón,
todo lo conjuga en un acuerdo de
fibras halladas,
y todo lo enlaza en un pulso
armónico de sonidos,
que embelesan con sus glosas y
jamás envenenan.
Porque no hay mayor esencia que
donar el fondo,
que conferir el perdón y
perdonarse propiamente,
para restablecerse de las
miserias de aquí abajo,
y restituirse con un lenguaje
mental equilibrado,
en un quehacer de todos y de cada
cual consigo.
III.- CON AQUELLO LLAMADO A SER
VIDA
Yo también quiero ser nombrado a
ser fortaleza,
deseo superar el propio ciclo en
ruta como poeta,
suspiro por esa perennidad
mística de lo invisible,
inspiración continua a mis
humildes aspiraciones,
pues aunque el pasaje acaba en la
muerte, ¡sueño!
Soñar con el ejercicio del
tránsito hacia el poema,
nos hace recluirnos y
abandonarnos internamente,
volver a repensar lo vivido y
recomponer el pulso,
salir de los vicios y del vacío,
rumbo a otro marco,
enmarcado en la bondad y marcado
por las virtudes.
Nunca es tarde para remar,
seduciendo mar adentro,
observando el lustre del rostro
de Cristo en el alma,
descubriendo su rastro de
esperanza en el tiempo,
ya que lo que nos trasciende es
mirar hacia adelante
y a lo alto, ser dóciles a la
dicha e indómitos al daño.
Víctor Corcoba Herrero
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