Artículo Editorial
SIMULACIÓN NUESTRA DE CADA DÍA
Opinión del especialista en asuntos de transparencia y
libertad de expresión e investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas
de la UNAM, Ernesto Villanueva
México. D. F., a 4 de enero de 2013.- Octavio Paz y Samuel Ramos, los autores más importantes de
escritos sobre la caracterología del mexicano, identificaron uno de nuestros
rasgos distintivos: la simulación, infeliz expresión que corroe las relaciones
sociales a lo largo y a lo ancho del país. El Diccionario de la Lengua Española
define el vocablo “simular” como “representar algo, fingiendo o imitando lo que
no es”.
Para Octavio Paz, la simulación, “que exige una invención
activa y que se recrea a sí misma a cada instante, es una de nuestras formas de
conducta habituales (…) La mentira posee una importancia decisiva en nuestra
vida cotidiana, en la política, el amor, la amistad” (Las máscaras mexicanas).
Y esta contradicción, que se expresa en las élites con una tolerancia social muy
extendida, no respeta fronteras o esquinas. Es sin embargo, al mismo tiempo, un
reto de todos contra nosotros mismos para rehacer nuestra vida de cara a los
demás. Véanse algunos ejemplos de lo que aquí afirmo.
Primero. El proyecto de decreto de Presupuesto de Egresos
2013 presentado por Enrique Peña Nieto dispone que “las dependencias y
entidades se sujetarán a las disposiciones de austeridad, ajuste del gasto
corriente, mejora y modernización de la gestión pública que se establezcan en
los términos del Título Tercero, Capítulo IV, de la Ley Federal de Presupuesto
y Responsabilidad Hacendaria”.
Enseguida, el citado proyecto establece que las pensiones de
los expresidentes “no podrán exceder el monto que se cubre al primer nivel
salarial del puesto de Secretario de Estado, así como aquellas correspondientes
al personal de apoyo que tengan asignado”. ¿Cómo armonizar el criterio de
“austeridad” con los privilegios de lujo de los expresidentes? No tienen éstos
ninguna racionalidad, pues un mexicano con empleo formal debe trabajar al menos
30 años para recibir una pensión de hambre.
Segundo. Los spots publicitarios de radio y televisión
gubernamentales ofenden la inteligencia de la comunidad al pretender que borran
su ánimo propagandístico con la inserción de la leyenda: “Este programa es
público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines
distintos a los establecidos en el programa”.
Tercero. El derecho canónico establece que todo
administrador de bienes de la Iglesia ha de cumplir su función con la
diligencia de un buen padre de familia, y señala un cúmulo de facultades y
deberes, entre los que destacan: vigilancia sobre la seguridad de los bienes,
cuidado de dotar a la propiedad de validez civil, observancia de las normas civiles
y canónicas pertinentes. No obstante lo anterior, Onésimo Cepeda Silva, obispo
jubilado de Ecatepec, es protagonista de varios casos de fraude, cohecho,
tráfico de influencias y otros delitos (http://www.proceso.com.mx/?p=273034),
sin que la santa Iglesia católica diga algo.
Cuarto. Para atender y resolver los delitos derivados del
ejercicio de la libertad de expresión, desde 2006 se creó una Fiscalía Especial
en la Procuraduría General de la República (Acuerdo A/031/06) que no ha
resuelto gran cosa porque fue diseñada precisamente para que no funcionara,
toda vez que: a) no tuvo competencia para conocer directamente de los casos; b)
sólo se le permitió conocer indirectamente una porción mínima de delitos,
dejando fuera, entre otros, el de amenazas; y c) no se le dotó de
infraestructura y recursos humanos. Este es un vivo ejemplo de cómo se
dilapidan recursos públicos para mostrar una máscara amable de una cara
temible.
Quinto. El canal de televisión del Congreso de la Unión se
creó con el propósito de que el país contara con una “televisión pública” que
fuera el espacio que diera cabida a los más distintos puntos de vista de la
comunidad. Era la respuesta a los medios del gobierno federal que, se acusaba,
sólo eran instrumentos de propaganda. Al final del día el Canal del Congreso
fue exactamente la peor expresión de lo que motivó su nacimiento: un medio de
propaganda del Congreso, de difusión de los legisladores, donde la sociedad no
tiene lugar, menos aún la crítica al quehacer legislativo.
Esta ayuda de memoria con los ejemplos anteriores no
pretende ser exhaustiva. No habría espacio si ese fuera el propósito. La idea
es que miremos lo que vemos a diario. A diferencia de Paz, quien creía que era
“estéril su denuncia”, estoy convencido de que permanecer callado ante la
simulación no es otra cosa que facilitar su reproducción, en perjuicio de las
prácticas democráticas que hoy son ejercicios aislados en el país.