¡Bravo por la comunidad científica!
“El origen de la ciencia fue la caída del ocultismo”
El mundo de la ciencia no cesa en sorprendernos, y pienso,
que es el gran agente actual de cambio en el mundo, al menos de subsistencia,
pues son muchos los desequilibrios cosechados entre análogos y con nuestra
propia casa común. Realmente, hoy más que nunca necesitamos respuestas probadas
para salvaguardar la salud del planeta y la nuestra; tanto es así, que nuestro
propio bienestar está en peligro y también nuestra continuidad como linaje.
Necesitamos considerar otras influencias y, en este sentido, tenemos que
reconocer que, junto a los valores y tradiciones de los pueblos, está el
ascendente docto, siempre dispuesto a dar esperanza real,
como ahora viene sucediendo con las noticias positivas de los ensayos de
las vacunas contra el COVID-19. Tampoco se puede minimizar la trascendencia de
este logro científico, que no es nada nuevo, puesto que siempre ha estado ahí
su compromiso sabio y responsable; pero, en este caso, su entrega incondicional
fue tan generosa y ejemplar que ninguna vacuna en la historia se ha
desarrollado tan rápidamente como estas. ¡Bravo, mil veces bravo a esa
comunidad experta, por su sentido cívico y su atención desinteresada a los
demás!
Frente a esa desidia política que, en demasiadas ocasiones
ahoga en vez de alentar, puesto que es incapaz de entenderse para propiciar ese
bien colectivo que ha de globalizarse y enternecernos, una vez más los sabios
especializados se ponen en primera línea de servicio, al tiempo que consideran
sus acciones en ese avance que todos nos merecemos llevar a buen término, desde
la serenidad más profunda y el anhelo innato de la evolución de nuestra propia
naturaleza. Ojalá se acreciente cada día más su sapiencia, será un modo de
restituirnos y de renacer. Confiemos en que esa iluminación permanezca en nosotros,
y sea siempre respetado ese concebir innato al auxilio de toda historia. Sin
duda, gracias a esa capacidad de custodiar la vida, con esas pequeñas acciones
que son las que verdaderamente nos transforman y a los análisis permanentes
científicos, podremos acabar con la pandemia e impulsar la recuperación
económica mundial, a poco que los gobiernos respalden la adquisición y entrega
masiva de vacunas, pruebas y tratamiento contra el COVID-19.
Se trata de trasladar, pues, a todo el orbe una garante
disposición existencial, armonizando el progreso técnico con el rigor ético,
humanizando las relaciones entre análogos e informando correctamente a toda la
ciudadanía. Por eso, es fundamental fortalecer el liderazgo político para
lograr una buena gobernanza ante este grave desafío mundial. Es cierto que la
OMS está colaborando estrechamente con expertos mundiales, gobiernos y
asociados para ampliar rápidamente los conocimientos verificados sobre este
nuevo virus, rastrear su propagación y virulencia, asesorando a los países y
a las gentes sobre las medidas para
proteger la salud y prevenir la transmisión del brote. Y, aunque las personas
tienen a veces la impresión de que sus decisiones individuales carecen de
efecto, no es así, precisamente es este sumatorio de comportamientos
racionales, encaminados siempre al deseo de servir al bien común y a la
comunidad humana, los que ayudan a tomar la orientación correcta. Solo hay que
fijarse en las gentes de ciencia, siempre explorando en la verdad, en la
esencia de la verdad, observando la verdad, experimentando con la verdad, que
es toda una conciencia de ciencia que nos tranquiliza. Sin duda, el origen de
la ciencia fue la caída del ocultismo.
Sea como fuere, hay batallas que solo se ganan entre todos.
Esta pandemia es una de ellas. Desde luego, los esfuerzos de la comunidad
científica mundial son laudables, y también la de esos sanitarios que están
llamados a dedicar su competencia profesional al servicio de la vida. También,
cada uno de nosotros, hemos de cooperar responsablemente con las directrices
marcadas por las autoridades de salud pública. Es la mejor forma de prevenir la
propagación de la enfermedad. Confiemos en que esta dramática situación actual,
llena de sufrimientos y angustias que oprime al mundo entero, nos sirva para
iluminarnos como especie pensante, y nos toque el corazón para que las grandes
sumas de dinero utilizadas en armamento sean destinadas, de una vez por todas,
a promover estudios especializados, que nos servirán para la prevención de
futuras catástrofes similares. Pensemos que la ciencia avanza a pasos
persistentes, no a discursos políticos; dejémosles entonces que nos maravillen
con sus descubrimientos.
Por otra parte, esperemos que esta desolación mundial nos
sensibilice a todos los humanos, acrecentando ese sentido de pertenencia a una
única y gran familia, la humana, que como todo necesita de ese espíritu
armónico que injerta las almas que se sienten fraternas y solidarias. En
efecto, mal que nos pese, todo nos afecta a todos. Hemos de reconocerlo. Sí así
lo hacemos, siguiendo las huellas de esa comunidad científica apiñada, veremos
que el futuro será más gozoso y el horizonte más claro. Indudablemente, si el
mundo actual nos impulsa a conocernos y a respetarnos unos a otros en la diversidad
y en la complementariedad de acciones, la ciencia también nos hace ver que esa
riqueza que se adquiere en el encuentro, también emerge de la continua
exploración de la comunidad científica, trasladándonos sus investigaciones para
mostrar mejor las causas de los desequilibrios que nos circundan y atormentan.
Con razón, se dice que la ciencia calma y también colma de serenidad, porque
nos aproxima en el ansia de vernos y de mirarnos, de descubrirnos viviendo
siempre.
Víctor CORCOBA
HERRERO / Escritor
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