El pasaje al paraje celeste
(Al que al cielo escupe, en la cara le cae)
I.- EL PASAJE DEL GOCE EN LA TIERRA
Un corazón despojado y libre de cosas mundanas,
posee el discernimiento más galáctico que material,
pues abrazado el reino de la quietud se engrandece
el alma, disminuyen los sollozos y el desconsuelo,
ya que la savia del vivir así, nos quita el desánimo.
Hay que volver a la mansedumbre que vierte la flor,
a la docilidad de sus pétalos abiertos a una mirada,
a la paciencia de secar las lágrimas y verter sonrisas,
a la entereza serena frente al anverso y los reveses,
pues un corazón que persevera es un pulso que vive.
No se halla el que no se encuentra consigo mismo,
y al no reencontrarse tampoco alcanza a conocerse;
y, menos aún, a reconocerse como parte que reparte
el gozo del buen amarse y del buen querer absolverse
y condonar, para convertirse en instrumento de luz.
II.- EL PASAJE DEL TRÁNSITO A LA ETERNIDAD
La muerte siempre llega y como llaga nos atemoriza,
la pesadumbre del tránsito nos separa de la materia,
retornamos al lecho invisible a los ojos del mundo,
quitándonos penas, ungiéndonos la tregua del alivio,
pues quien no muere para vivir, no vive para el verso.
Nos requieren para ser eterna loa e interminable ola;
en Jesús, donador de aires, está el pasaje de la gracia;
en su propia expiración está nuestra real respiración,
con su muerte nos abrazo la continua supervivencia,
para que todo aquel que lo invoque, sea poesía viva.
Este modo de forjar nos llena de dichas y esperanzas;
en la cruz siguió amándonos y prosiguió en silencio,
ofreciendo su vida por
nosotros, invitando a vencer
el mal con el bien, y a convencernos de que somos
siervos de la acción, y siempre dueños de la palabra.
III.- EL PASAJE DEL SILENCIO EN LO ARMÓNICO
El mundo nada en una marea tenebrosa, en la puerta
de la muerte, porque no conciertan sus versátiles obras
con el armónico acontecer existencial, y no recuerda
tampoco el modo de florecer aquí abajo en la tristeza,
porque además hemos olvidado el recorrido del pasaje.
No más contiendas entre linajes, ni más cementerios
sin ventana a la espera del espíritu de la conformidad,
pues el pasaje del sigilo azul nos insta a ser primavera,
y nos pide no más garras a las guerras, ni más luchas
entre humanos, ¡activemos la humanidad en el planeta!
Ojalá tengamos la gracia de gemir con los que lloran,
pues juntos hemos de terminar con el reino del terror,
y juntos hemos de abrir una nueva estación de proceder:
Tras la ausencia de una vida vivida, nos acompaña
el silencio, ¡dejemos que su lírica nos oriente las
alas!
Víctor CORCOBA HERRERO
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