Acabar con los despropósitos
“Lo sensato es unirse y reunirse
para poder enfrentarse al mayor quebranto de irregularidades y miserias que
golpean al planeta”.
Un gran huracán de locura nos
arrasa. La enemistad y el descontento que se percibe por todo el orbe es una
prueba de que la ciudadanía requiere ser considerada y oída. Son tan fuertes
las tensiones entre semejantes que los tormentos surgen en cualquier sitio. Con
demasiada frecuencia, olvidamos que el arte de hacer amigos es lo que nos
engrandece como seres en acción, con mente y corazón; no en vano, una de las
alegrías del afecto es saber de quién fiarse. Ciertamente andamos necesitados
de este cultivo. Es verdad que el terreno de la barbarie nos está separando.
Nos falta avivar otros comportamientos más humildes, de donación y entrega. Hay
que poner voluntad en el cumplimiento del abecedario de la mesura en cada paso
que damos. Tenemos que pensar, de una vez por todas, que nadie está por encima
de nadie y de que todos nos necesitamos para ese buen propósito de unidad.
La cuestión es batallar por otro
mundo distinto a través de caminos diversos. Hacer memoria, y purificarla, nos vendrá bien para enmendar errores vividos
en otro tiempo. Bajo esta recuperación de ambientes armónicos hemos de llegar a
un nuevo encuentro, tanto de recreación como de regeneración, en el que ha de
prevalecer el entusiasmo por vivir y dejar vivir, por entender y dejarse
entender, y así poder alcanzar el sosiego y la paz con la que todos soñamos.
A propósito, me viene a la
evocación uno de los objetivos más antiguos de las Naciones Unidas, lograr el
desarme nuclear a nivel mundial. Sin embargo, hoy en día, todavía existen
multitud de arsenales que ahí están, con importante dotación de fondos, lo que
representan un gasto considerable para todos los países, hasta el extremo de
tener que aminorar prioridades tan esenciales, como la lucha contra la pobreza,
la realización de proyectos tanto sanitarios como educativos y ecológicos, o
tener que impedir el desarrollo de los derechos humanos, por ausencia de
presupuesto al respecto. Son estas contrariedades, precisamente, las que tienen
que inquietarnos.
Desde luego, nuestro propio
futuro como linaje se asegura, no con los horrores de las armas, sino con la poética del diálogo y la escucha
permanente. Tras de sí, cada cual consigo mismo tiene en su propia historia un
patrimonio de ideas, de valores y principios, y también una experiencia de
sufrimientos, que es lo que en verdad, debe de hacernos reflexionar al
respecto. Nos daremos cuenta, que es un despropósito general, perseguir el
poder y perder la libertad. Gran traición para con uno mismo, que siempre ha de
mostrar compasión y tener voluntad de ayudar a otros, que para eso hemos venido
a este camino de luces y sombras.
Sea como fuere, tenemos el deber
de sacar una lección de este pasado que a todos nos acompaña. En cualquier caso,
hemos de finalizar con las torpezas de otro tiempo, aparte de alimentar la
confianza entre semejantes, generar un sentimiento pacífico que nos haga más
resistentes a un cambio notable en las actitudes y estilos de vida, más
solidarios y cooperantes. Lo sensato es unirse y reunirse para poder
enfrentarse al mayor quebranto de irregularidades y miserias que golpean al
planeta. Debemos retornar a esos vínculos que nos refuerzan, que nos ponen alas
y dan vida. Para empezar, no me gusta este clima de agitaciones sin alma que
nos golpean en cualquier esquina, dejándonos sin fuerza para proseguir
viviendo.
Siempre hay que levantarse para
instaurar esa dimensión humana de buen hacer y mejor obrar que nos deja en la
buena orientación; puesto que si el verdadero espíritu germina de esa
confluencia de latidos, no desfiguremos los andares, con abecedarios tan torpes
como los del egoísmo y el odio, más bien conformemos el modo y la manera de instaurar en todas partes lo racional,
sabiendo reconocer siempre la parte de verdad que hay en el que va a nuestro
lado. Por tanto, urge que acabemos con el aluvión de locuras letales,
verdaderamente enfermizas, que nos paralizan y nos fraccionan, cuando de lo que
se trata es de reconstruir realidades más justas, con gentes ensambladas y
menos fragmentadas por las discordancias entre sí.
La realidad es visionaria, no
nada en la apariencia ni se esconde en los cuerpos. De un tiempo a esta parte,
hay un hecho palpable, la proliferación de los discursos que incitan al rencor
nos desbordan, haciendo retroceder esa quietud, tan necesaria para poder
avanzar, la de intentar no desamparar a nadie. El desatino de continuar con
este círculo vicioso acaparador e insolidario a más no poder, nos está dejando
sin vocablos. Deberíamos aguzar el oído.
Dejemos que hable el corazón.
Activemos el pasaje del desarme. Impulsemos mejor la cultura del abrazo, para
traspasar el terror y conseguir tranquilidad. Para todo, se requiere un buen
proyecto de vida interior, que nos haga cambiar actuaciones, lo que demanda una
acción mundial consensuada y terminar con la ineptitud mundana, que todo lo
funde y lo confunde con el poseer y el dominar. Por ello, es fundamental
proclamar el bien y los medios de conquistar la conciliación en los hogares,
recordando que no habrá concordia de vínculos, si no hay conformidad auténtica,
como tampoco habrá desarme de armas en la sociedad, si no hay desarme de
intenciones. Comencemos por nosotros, pues. Pongámonos a depurar nuestras
habitaciones internas, por favor.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario