Peña, un presidente sometido al parlamento
Con el insuficiente apoyo del 45 por ciento de las curules
de la Cámara de Diputados, el virtual presidente electo está conciente de que
no será fácil avanzar en las reformas fundamentales pendientes
Por Agustín Ambriz / Luces del Siglo
Cancún, Qna. Roo., a 23 de julio de 2012.- Entre el México
que observa y el México que aspira a llegar Enrique Peña Nieto, si el máximo
tribunal electoral del país confirma su triunfo, hay un gran nudo de intereses
políticos y económicos que sus dos últimos antecesores no pudieron desenredar.
Por más intentos que hubo de los dos presidentes panistas,
ni Vicente Fox Quesada ni Felipe Calderón Hinojosa convencieron a la oposición
de aprobar las reformas fundamentales para la construcción del “Estado eficaz”
y la “democracia de resultados”, que ahora ofrece el priísta Peña Nieto en caso
de asumir la presidencia de la república en diciembre entrante.
Durante doce años el nudo se aflojó o se apretó en el
Congreso de la Unión según conviniera, o no, a los intereses de cada corriente
parlamentaria y a la habilidad de los mandatarios para persuadir a sus
opositores.
De tal modo que en ambos sexenios se hicieron tantas
reformas como nunca en la historia del país, pero no pasaron las
trascendentales, aquellas en las que todos coinciden que son necesarias para
impulsar la economía nacional: la reforma fiscal, la reforma energética y la
reforma laboral.
El permanente enfrentamiento con el Legislativo, inclusive
llevó al presidente Fox Quesada a desempolvar su apolillado derecho
constitucional de veto presidencial - desactivado desde 1969 - para ejercerlo
hasta en diez ocasiones contra la sistemática decisión de los diputados a
modificar sus iniciativas y aprobarlas parcialmente.
Diez meses antes de concluir su mandato, en enero de 2006,
el Ejecutivo de plano aventó la toalla al fracasar en sus cabildeos con la
oposición para pasar íntegra su propuesta de reforma fiscal en la Cámara de
Diputados. Y pasó la estafeta a su sucesor.
En junio de 2007, el ya presidente Calderón Hinojosa envió a
la Cámara de Diputados una iniciativa fiscal y financiera, sustentada en un
alarmante diagnóstico hacendario del país: en materia de evasión, el 83.82 por
ciento de las personas físicas y el 75 por ciento de las personas morales no
pagan el ISR.
Pero ni ese dramático diagnóstico sensibilizó a Legislativo
y a Ejecutivo para ponerse de acuerdo en cuanto a la aprobación de las reformas
estructurales.
Felipe Calderón hizo notar recientemente su frustración ante
lo que llamó “parálisis legislativa”. En reunión privada con banqueros, en mayo
pasado, acusó al Legislativo de tener
“secuestradas” las reformas estructurales pendientes y
necesarias para el crecimiento de la economía nacional vía la generación de más
empleo.
En defensa de las acusaciones del Ejecutivo, los respectivos
coordinadores parlamentarios de PRI y PRD en la Cámara de Diputados Francisco
Rojas Gutiérrez y Mayra Telma Guajardo coincidieron en que el presidente sólo
pretendía justificar su ineficacia cobijándose en acusaciones a los otros
poderes.
El priísta dijo que durante su primer trienio, el presidente
Felipe Calderón tuvo mayoría relativa en ambas cámaras y fue incapaz de sacar
las propuestas en esa primera parte del gobierno federal. Inclusive recordó que
en la actual 61 Legislatura se han aprobado 93 de las 120 iniciativas que
presentó el Ejecutivo, más del 80 por ciento.
La perredista reviró que es el Ejecutivo quien tiene
secuestradas las leyes fundamentales, al no publicar reglamentos importantes en
el Diario Oficial de la Federación, como es la Ley de Migración, la Ley de
Víctimas, así como leyes en materia alimentaria y derechos de la infancia,
entre otras.
Gobiernos divididos
Desde 1997, en la 57 Legislatura durante el segundo trienio
del mandato de Ernesto Zedillo, ningún partido ha vuelto a tener mayoría
absoluta en la Cámara de Diputados.
En ese periodo, el presidente Zedillo gobernó con el 48 por
ciento de los diputados federales de su partido. A partir de ahí, el apoyo para
Fox fue de 41 por ciento en la 58 Legislatura y de 30 en la 59 Legislatura.
Calderón lo hizo con el 41 por ciento de los diputados de su
partido durante la 60 Legislatura y de 28 por ciento en la 61 Legislatura que
está por concluir.
El virtual presidente de México, Peña Nieto, arrancaría su
gestión con el apoyo incondicional del 45 por ciento de las curules de la 62
Legislatura de la Cámara de Diputadas -obtenidas en coalición con el Partido
Verde Ecologista- y con el antecedente de que el PRI tensó en nudo de la cuerda
en las reformas trascendentales propuestas por el panista Calderón Hinojosa.
Este escenario no era el que esperaba Peña Nieto, quien en
su libro de campaña titulado “México: La Gran Esperanza (Un Estado Eficaz para
una democracia de resultados)” adelantó sus reservas a que México siga siendo
gobernado por un presidente sin mayoría en la Cámara de Diputados.
“En un sistema democrático el gobierno necesita mayorías
para ser eficaz. Sin mayorías, se pierde la capacidad de decidir y transformar,
lo que termina por erosionar la capacidad para gobernar”, analiza.
Aunque se declara partidario de quienes consideran que son
necesarias nuevas reglas que generen incentivos para que el presidente tenga
mayoría en el Congreso, también es de los que se opone a establecer la segunda
vuelta presidencial como mecanismo para lograr esas mayorías.
“En el caso de la segunda vuelta, si bien la experiencia de
los países que cuentan con ese sistema de elección comprueba que es una prueba
eficaz para crear coaliciones electorales, no hay evidencia contundente de que
estas coaliciones se traduzcan posteriormente en mayorías para gobernar”,
sentencia.
En su opinión la “ratificación del gabinete” por parte del
Poder Legislativo, tampoco es una fórmula que garantice la formación de
mayorías.
“… la aprobación de un funcionario por el Congreso no
implica necesariamente un respaldo posterior al programa del gobierno del
Ejecutivo. Lo que es más, parlamentarizar en exceso un sistema presidencial con
reglas como que el Congreso pueda destituir a los secretarios de Estado podría
crear un caos indeseable”.
Para lograr realmente mayorías que apoyen los proyectos del
Ejecutivo, Peña Nieto confía más en eliminar la “cláusula de gobernabilidad” y
disminuir el número de diputados, de 500 a 400, eliminando 100 diputados
plurinominales.
“La democracia mexicana tiene la particularidad de contar
con una barrera constitucional (artículo 54, fracción V) la cual, para efectos
prácticos, impide, en el contexto de tres partidos dominantes, que alguno de
ellos obtenga la mayoría en el Congreso, aunque la haya alcanzado al combinar
el número de representantes de mayoría relativa y de representación
proporcional que ganó en las urnas, al limitar de manera arbitraria en 8 por
ciento la sobrerrepresentación de los partidos en la Cámara de Diputados.
“Por ello, considero fundamental eliminar esta regla que fue
creada en la reforma electoral de 1996. En el contexto político de entonces
tenía sentido, pero en la situación actual de plena competencia política se ha
convertido en un gran obstáculo para la formación de mayorías parlamentarias y,
por ende, en un dique para crear una democracia de resultados”.
Peña Nieto considera que incluir en la Constitución también
el mecanismo de “iniciativa preferente” conduciría a una mejor relación entre
Ejecutivo y Legislativo.
Este instrumento, comenta Peña Nieto, es utilizado en
diversos sistemas presidenciales como Brasil, Chile, Colombia, Ecuador,
Paraguay, Perú y Uruguay. Su esencia consiste en que el Congreso está obligado
a pronunciarse sobre los temas que el presidente de la república considere
fundamentales para su programa de gobierno.
Así, cuando el Ejecutivo presenta una iniciativa preferente,
los legisladores están obligados a discutirla y votarla, ya sea a favor o en
contra, en un periodo de tiempo preestablecido.
De esta forma, sostiene, se obliga al Congreso a
concentrarse en el análisis y debate de los puntos centrales del programa de
gobierno del presidente sin dilaciones y evitando que se puedan “congelar”
temas sustantivos para el gobierno.
“En México, para alcanzar una democracia de resultados, nos
urge mejorar el diálogo entre poderes, así como romper con las indefiniciones
que en muchas ocasiones, terminan ahogando de manera silenciosa el proceso de
toma de decisiones democráticas y condenan al país al estancamiento y la
irresponsabilidad. Por ello, considero que la iniciativa preferente es una
herramienta que debemos adoptar para darle agilidad a nuestro sistema
presidencial”.
El virtual presidente también propone acabar con el divorcio
que existe entre el sistema político y los ciudadanos, a través de la
instauración de mecanismos como la “iniciativa ciudadana”, la “consulta
popular” y las “candidaturas independientes”.
“Estoy convencido, dice, de que tenemos que hacer un gran
esfuerzo para acercar el sistema político ala sociedad. Es un a cercamiento que
se logra, en parte, por medio de un diálogo cotidiano con la población;
cumpliendo compromisos concretos.
“Pero también se logra con reformas institucionales que
abran el sistema político a la sociedad, a través de mecanismos legales que
permitan a la población tener una mayor participación en los debates y
decisiones públicas”, subraya.
Eficacia con resultados. Peña Nieto considera que los males
que hoy padece el país son producto de tener un “Estado Ineficaz” que se ha
visto incapaz para transitar de una “democracia electoral” a una “democracia de
resultados”.
“…, la mayoría de los mexicanos piensa que el país va por el
camino equivocado, que México ‘es un barco sin rumbo’. ¿Por qué? Probablemente
porque todos sabemos que el país no avanza de acuerdo con su verdadero
potencial. Porque tenemos un Estado ineficaz que no puede cumplir con sus
obligaciones básicas. En nuestro país, los derechos individuales y sociales que
consagra la Constitución siguen sin ser una realidad cotidiana para la mayoría
de los mexicanos”, expone.
En su opinión, el país se encuentra atrapado en la
transición del México del siglo XX al México del siglo XXI.
Si bien construimos una democracia electoral, estabilizamos
nuestra economía, nos abrimos al comercio con el mundo y cambiamos nuestro
perfil demográfico, enfatiza, no hemos sido capaces, por ejemplo, de
transformar un sistema fiscal que mantiene una estructura que tuvo sentido
durante la pacificación del país después de la revolución y durante el
posterior proceso de industrialización.
En la actualidad, añade, este esquema es obsoleto e
insuficiente para financiar las necesidades de un Estado que está obligado a
garantizar en la práctica derechos universales como la seguridad, la justicia
la salud y la educación de calidad a una población mayoritariamente urbana que
requiere un nivel de bienestar y habilidades que le permitan competir en la
globalidad.
“La tarea de gobernar requiere tener claridad del momento
histórico que vive el país y el mundo. Los gobiernos del PAN no han tenido
dicha claridad. Al parecer, no han comprendido a cabalidad que México se quedó
a medio camino entre el siglo XX y el siglo XXI y que, por ello, el proceso de
reformas tiene que ser profundo e integral, mirando al futuro y no al pasado.
“Más allá de algunas buenas intenciones, no han tenido una
visión estratégica de las transformaciones estructurales que requiere el país,
y la interconexión que existe entre las diversas reformas. Como resultado a lo
sumo se han producido pequeños cambios aislados, que han servido de ‘parches’
en lugar de proponer soluciones integrales”.
Peña Nieto tiene en claro el país que recibirá, pero al
igual que sus antecesores, Vicente Fox y Felipe Calderón, primero deberá
desenmarañar en nudo tensado por las diferentes fracciones parlamentarias de la
Cámara de Diputados, que nuevamente vuelven a ser un fuerte elemento de
contrapeso al cada vez más debilitado poder presidencial.