EDUCACIÓN, BENEFICIO DE LA DUDA
México, D. F.- Entre 1972 y 1976 hubo una relajación de la
educación oficial del gobierno mexicano. El método tradicional de enseñanza a
partir de los Libros de Texto Gratuitos que entrega su Comisión Nacional
(Conaliteg) a los niños mexicanos, comenzó a sufrir reformas educativas
propuestas por el entonces Presidente Luis Echeverría, donde suprimieron, entre
otros, la materia de Civismo.
La carencia de esta materia, entre otras, conllevó un cambio
de actitud en los jóvenes hoy menores a los 38 años. Se perdieron los valores.
Hoy lo vemos todos los días en las calles. Priva el primero yo, después yo y al
último yo: el agandalle. Las mujeres, ancianos y niños resienten también la
nueva actitud, se acabó el respeto, mal llamado “caballerosidad”.
Ante la avalancha de jóvenes involucrados en el crimen
organizado y la larga lista de asesinatos, el 26 de febrero de 2008 el actual
gobierno anunció que se volvería a impartir las clases de formación cívica y
ética para recuperar los valores y formar mejores ciudadanos. “Queremos que
este aprendizaje les ayude a ejercer su libertad con mayor responsabilidad y a
conducirse con honestidad y apego a la legalidad, que es condición indispensable
para vivir en paz y prosperar”, afirmó la entonces Secretaria de Educación
Pública, Josefina Vázquez Mota.
Entre los beneficios estaría la formación de alumnos con
“sentido de justicia y solidaridad (…) más tolerantes” y dispuestos a “respetar
otras formas de pensar, a mirar la pluralidad no como una amenaza, sino como la
gran fortaleza de nuestro país”, así como “fortalecer una cultura de la paz y
de la prevención”, además de “desarrollar y fortalecer la identidad” de los
menores y “su amor y orgullo por México”. El resultado aún está por verse.
Apenas lleva cuatro años de implantación.
En medio de esta situación que afecta a la educación, el
pasado lunes fue anunciado por el actual Secretario de Educación Pública, José
Ángel Córdoba Villalobos, que ya no habrá boletas como tal y ahora las
promociones van a ser a partir de cartillas evaluativas, para evitar la
reprobación de los alumnos en cada una de las cuatro distintas etapas en las
cuales se compone el nuevo sistema de educación básica universal, que comprende
hasta la escuela secundaria.
Los integrantes del Magisterio nacional realizarán una
evaluación, dando un pase o aprobación del ciclo escolar en los dos primeros
años de cada etapa, y será en el tercer año cuando, en consenso con los padres,
decidirán si el alumno es promovido o no. Es decir, que si el padre de familia
dice que no se repruebe, no se reprueba; en cambio, si dice que lo repruebe,
debe hacer una carta de responsabilidad ante la escuela.
Sin duda alguna, la idea es comprometer aún más a los
miembros del magisterio como a los padres en la educación de los jóvenes, ya
que a los primeros les dejan la carga de la promoción, mientras que los
segundos les contará como una forma de incrementar sus ingresos por carrera
magisterial.
El gran tema es que el nuevo método que aplicará por primera
ocasión a nivel general, a pesar de que aparentemente comenzó a funcionar hace
dos años en preescolar y el pasado en la secundaria, hoy ni los propios
maestros y mucho menos los padres conocen totalmente sus beneficios. Mucho
menos sus perjuicios.
El gran problema será que muy probablemente se continúe con
la relajación en la educación que ya fue citada al inicio, debido a que la gran
mayoría de los padres en México tiene una falsa percepción de los que es el
amor a los hijos, confundida con sobreprotección. De tal forma que ningún padre
querrá hijos no acreditados para continuar sus estudios y prometerán trabajar
más, llevarlos a cursos de regularización e, incluso, desvelarse con ellos, con
tal de que no reprueben.
Ni qué decir de los gastos que implica para las familias la
manutención de un hijo recursando un año de escuela. Terrible para los mentores
porque cómo van a querer en segundo, por ejemplo, a un niño que no sabe bien
las vocales. Si tuviéramos grupos donde se les puede dar atención especial,
posiblemente, pero con grupos de 40 a 60 alumnos, difícil.
Hoy los propios maestros desconocen, por ejemplo, las
tarjetas evaluativas. Al realizar un sondeo, varios denunciaron la existencia
de muchas lagunas. “Fueron sólo embarradas…”, lo que les dieron en los cursos
de actualización.
Sin embargo, no queda más que otorgar el beneficio de la
duda al actual gobierno y su reforma educativa y esperar que el siguiente la
fortalezca, de lo contrario, continuaremos en el tobogán como país, a partir de
la carencia de una educación que realmente ayude a transformar a la sociedad
mexicana.