martes, 12 de abril de 2011

12 de abril de 2011 50º Aniversario del primer ser humano en viajar al espacio

1961-2011, el año de Yuri Gagarin


En 2011 celebramos el 50º aniversario del primer vuelo humano al espacio. El 12 de abril de 1961 el hombre salió por primera vez de su cuna terrestre y dio su primer paso —el primer gran paso para la humanidad— en el Cosmos. Yuri Alexéievich Gagarin, ciudadano soviético a bordo de la nave Vostok 1, se convirtió así en el primer ser humano que pudo contemplar y disfrutar de una visión global de nuestro planeta azul. A lo largo de 2011 —y especialmente el día 12 de abril— se conmemora en todo el mundo este evento que supuso, indudablemente, un antes y un después en la historia de la humanidad.

El 12 de abril de 1961 amaneció como un día cualquiera. Nada hacía sospechar que esta fecha marcaría el inicio de la era de los viajes tripulados al espacio. Sin que el resto del mundo lo supiese, en un remoto lugar de la estepa kazaja se llevaban a cabo los preparativos para lanzar una nave espacial con el “cosmonauta nº 1”. Al igual que la localización exacta del cosmódromo de Tyura-Tam (posteriormente conocido como Baikonur), su identidad era alto secreto. El protagonista de la hazaña sería un joven piloto soviético de 27 años llamado Yuri Alexéievich Gagarin, nacido en el seno de una humilde familia de granjeros koljosianos.

Un cohete esperaba al cosmonauta en misma rampa desde donde había despegado casi cuatro años antes (1957) un misil R-7 Semyorka (“siete” en ruso) con el primer satélite artificial de la historia, el famoso Sputnik 1. De hecho, el cohete era una variante del venerable y robusto Semyorka a la que se le había añadido una tercera etapa para aumentar su carga útil. Su designación oficial era 8K82K, pero sería conocido con el mismo nombre que la nave que debía poner en órbita, Vostok (“Oriente” en ruso).

Transporte de un cohete Vostok a la rampa de lanzamiento

Mientras el lanzador era preparado para el despegue, Gagarin y su suplente, Gherman Titov, dormían a un par de kilómetros de distancia en una pequeña cabaña. O mejor dicho, hacían que dormían, porque los cosmonautas habían sido incapaces de pegar ojo en toda la noche. A las 5:30 hora de Moscú, los médicos despertaron a los dos hombres. Tras desayunar y recibir un último examen médico, se enfundaron en sus trajes de presión Sokol SK-1, de un llamativo color naranja para facilitar las operaciones de rescate. A las 6:30 se reunieron con Grigori Nelyubov —el tercer cosmonauta suplente— y se dirigieron a la rampa de lanzamiento a bordo de un pequeño autobús. La leyenda cuenta que Gagarin se vio forzado a orinar durante el breve trayecto, motivo por el cual todos los cosmonautas han seguido la tradición desde entonces. Con micción o sin ella, 20 minutos después llegaron a la rampa. El cohete ya estaba cargado de combustible, ansioso por partir. Allí les esperaba el legendario Ingeniero Jefe, Serguéi Koroliov, responsable del programa Vostok y creador del cohete R-7.

Gagarin se pone el traje Sokol SK-1.

Tras recibir una autorización formal, Gagarin se despidió de la Comisión Estatal y subió en un pequeño ascensor hasta la cima del cohete, donde se encontraba el acceso a la nave. Gagarin se introdujo dentro de la cápsula esférica de la Vostok 3KA-3 a través de una escotilla circular y se instaló cómodamente en su asiento eyectable. Antes de asegurar la escotilla con treinta tornillos, Oleg Ivanovsky —uno de los ingenieros encargados del diseño de la Vostok— le comunicó a Gagarin el código de seguridad que le permitiría acceder a los controles de la nave. Temerosos de los adversos efectos que la ingravidez pudiese tener sobre el cuerpo humano, los ingenieros habían decido automatizar totalmente los sistemas de la Vostok. En caso de emergencia, podría tomar el control introduciendo un código numérico secreto que se encontraba en el interior de un pequeño sobre dentro de la cápsula. En esta misión, Gagarin sería más un pasajero que un piloto. Pero Ivanovsky no quería que Gagarin despegase sin conocer el código. “Yura, los números son 1-2-5”, le comunicó Ivanovsky al joven teniente, casi susurrando. Gagarin respondió con una sonrisa, pues ya conocía el código.
12/o4/1961, 09:07 hora de Moscú:
Poyéjali! (¡Allá vamos!)

El cosmonauta permaneció en solitario en el interior de la cápsula durante dos horas, escuchando música y comprobando las comunicaciones con el control de tierra. La cofia protectora que rodeaba la cápsula le impedía ver el exterior, así que poco más podía hacer para matar el tiempo. Poco antes del despegue y mientras se retiraban las torres de servicio, se colocó los guantes y cerró el visor del casco. Por fin, a las 09:07 hora de Moscú, los cinco motores de la base del cohete hicieron ignición y el cohete se elevó lentamente. El primer viaje espacial tripulado había comenzado.

— “¡Lanzamiento!, te deseamos buen viaje“, comunicó Koroliov.
“Poyéjali!(поехали!, ¡Allá vamos!), hasta pronto amigos”, respondió un eufórico Gagarin.

Durante el ascenso, Yuri fue comunicando su estado puntualmente, aunque una breve interrupción de las comunicaciones y la telemetría del cohete casi le provoca un infarto al Ingeniero Jefe. Dos minutos después del despegue se separaron los cuatro bloques propulsores de la primera etapa (llamados Bloques B, V, G y D), formando una pequeña cruz en el cielo de Baikonur (la aún hoy llamada “cruz de Koroliov”). Apenas treinta segundos más tarde la cofia protectora se desprendió del cohete y Gagarin pudo finalmente contemplar el exterior. A medida que ascendía, la curva del horizonte terrestre se hacía más y más evidente contra un cielo de color negro azabache. Cinco minutos después del lanzamiento se apagó la etapa central (Bloque A) y la Vostok continuó su viaje con ayuda de la tercera etapa (Bloque E). Por último, cuando ya habían transcurridos unos once minutos desde el comienzo de la misión, el motor RD-0109 de la tercera etapa se apagó y la Vostok se separó del cohete. Gagarin se movía ahora a 28.000 kilómetros por hora, la “primera velocidad cósmica”. Por primera vez en la historia de la humanidad, un ser humano estaba en órbita. Nunca antes alguien había viajado tan alto y tan rápido.
Comer, beber, escribir… ‘La Tierra es hermosa’

Yuri quedó extasiado al mirar a través de su ventanilla. “La Tierra es hermosa”, declararía después de aterrizar. Pero apenas tuvo tiempo para disfrutar del paisaje, porque la Vostok se dirigía rápidamente en su órbita circular hacia el hemisferio nocturno del planeta. Sobrevolando el Pacífico de noche, Gagarin se dedicó a escribir sus impresiones en su diario usando un pequeño lápiz. La ingravidez no parecía ser un grave obstáculo para llevar a cabo las actividades más básicas. Yuri bebió y comió dentro de la Vostok, quedándose extasiado ante los glóbulos de agua que se formaban delante de su rostro debido a la falta de gravedad.

Gagarin en su asiento eyectable.

Este primer viaje espacial sería muy corto y consistiría en una sola órbita alrededor de la Tierra. La Vostok sobrevoló las regiones australes de Sudamérica y se dirigió hacia el continente africano. Cuarenta minutos después del despegue, el sistema automático de orientación del vehículo se puso en marcha, alineando la nave en dirección contraria al avance orbital de cara al inminente encendido de frenado. Mientras sobrevolaba África y cuando todavía estaba a unos ocho mil kilómetros de su lugar de aterrizaje, la Vostok encendió su pequeño motor TDU para disminuir su velocidad. No mucho, pero lo suficiente para que su trayectoria interceptase ahora las capas más altas de la atmósfera.

Un problema técnico que se resuelve solo.
El encendido finaliza sin problemas, pero Gagarin pronto se da cuenta de que algo va mal. La cápsula esférica (SA) en la que se encuentra tendría que haberse separado del módulo de servicio (PA) poco después de finalizar la maniobra de frenado, pero la esperada separación no tiene lugar. Si la nave entra en la atmósfera a 28.000 km/h con el módulo de servicio aún acoplado, la cápsula resultará seriamente dañada, probablemente matando a su pasajero. Gagarin siente como la Vostok gira rápidamente alrededor de todos sus ejes mientras el rozamiento atmosférico comienza a hacerse notar. Es una situación de vida o muerte, pero Yuri mantiene la calma. La temperatura en el exterior aumenta rápidamente, al igual que la deceleración. Afortunadamente, diez minutos después del encendido de frenado, el calor de la reeentrada acaba fundiendo las sujeciones que unían la esfera con el módulo de servicio. La cápsula, al fin libre, se orienta automáticamente para que su escudo térmico pueda hacer frente a los casi 3.000ºC de temperatura. Rodeado por una bola de plasma, Gagarin siente ahora como la deceleración (aceleración negativa) aumenta progresivamente hasta que su peso es ocho veces el habitual. Pero el joven piloto ni se inmuta. Su entrenamiento le ha preparado para esta ocasión.
Caída libre, paracaídas y aterrizaje: misión cumplida

Finalizada la fase crítica de reentrada, la nave continúa en caída libre a través de la atmósfera. A siete kilómetros de altura, la escotilla trasera de la cápsula se separa por la acción de varios pernos explosivos e inmediatamente después Gagarin es eyectado en su asiento mediante la acción de varios propulsores. A continuación, el paracaídas de Yuri se despliega, iniciando un lento descenso hacia el suelo. Gagarin puede ver un gran río a lo lejos, así que asume correctamente que debe tratarse del Volga. Justo en ese momento se desprende inesperadamente el petate con el paracaídas de emergencia, que queda colgando a sus pies. Yuri teme por un momento que el paracaídas secundario se abra y se enrede con el paracaídas principal, pero no sucede nada y vuelve a respirar tranquilo. Debido a la tardía separación del módulo de servicio, el lugar de aterrizaje difiere significativamente del esperado, así que no hay ningún equipo de rescate esperándole. Pero a Gagarin no le importa. Mientras desciende sabe que lo peor de la misión ya ha pasado. El tiempo es magnífico: un maravilloso y soleado día de primavera le da la bienvenida al primer cosmonauta mientras aterriza suavemente a las 11 horas del 12 de abril de 1961. Gagarin no lo sabe aún, pero ha tomado tierra cerca de Smelovka, un pequeño pueblo de la región de Saratov.


Tras recoger su paracaídas, las primeras personas que vieron a Yuri fueron Anna Tajtarova y su nieta Rita, granjeras koljosianas. Las dos se acercaron lentamente a Yuri, temiendo que pudiese tratarse de un piloto enemigo derribado. “¡No soy un intruso!”, les dijo un sonriente Gagarin. “¿Vienes del espacio?”, le preguntó Anna, intrigada. Poco tiempo después, Gagarin se vio rodeado por una pequeña multitud de trabajadores del koljós de Shevchenko. Casi inmediatamente aparecieron quince militares de una cercana división antiaérea con el mayor Ajmed Gasiev al frente. Gasiev condujo a Gagarin hasta el cuartel de la división, donde pudo comunicarse con los mandos de la Fuerza Aérea y anunciarles el éxito de su misión.

“Tarea completada. Aterrizaje en la región planeada. Me siento bien”, fueron las palabras de Gagarin a sus superiores.

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